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08-08-2020

El día que el Gato Barbery casi se congela en el desierto

El periodista olavarriense recordó las tres noches que vivió en su debut en el Dakar del 2011, en el tramo entre Jujuy y Arica, Chile.


El reloj marcó las doce de la noche y no sólo se dio inicio a un nuevo año. El 1 de enero de 2011 comenzaba la aventura más importante en la vida deportiva del periodista y motociclista José “Gato” Barbery: su debut en un Dakar.

Luego de todos los preparativos de rigor, el olavarriense emprendió su viaje a la ciudad de Buenos Aires, punto de partida para la competencia de rally más exigente del mundo.


 

El Gato recuerda nueve años después las tres noches en el desierto de Atacama que vivió en el tramo entre Jujuy y la ciudad de Arica en Chile.

El frío en esa zona, tras la puesta del sol, superaba los seis grados bajo cero y había que soportar tres duras etapas:

Etapa 5: San Salvador de Jujuy - Calama

“Por nevadas hubo muy pocos auxilios, Calama es la puerta del desierto de Atacama. Cuando yo llegué al enlace, el auxilio mío no pudo pasar. Además, tenía toda la rodilla hinchada por un golpe que había sufrido el día anterior. Fui al hospital y me escapé, porque el médico me quería hacer abandonar la carrera. Gracias a Armando Lelli y su hijo, tuve un lugar en el camión de ellos, me dieron una bolsa de dormir y me acosté con una bolsa de hielo en la pierna, temblaba como una heladera vieja. Tenía en mi mochila unos calentadores químicos, pensé que estaban vencidos, pero cuando los puse en la bolsa de dormir hicieron efecto. Un rato después tuve uno de los sustos más grandes de mi vida: pasó el camión del ruso Chain a unos 6 o 7 metros de donde estaba a 170 kilómetros por hora ¡una locura! tembló todo y quedé en una nube de tierra que duró dos minutos. Sólo pude descansar tres horas esa noche. Así fue la bienvenida a Atacama”.

Etapa 6: Calama - Iquique

“Al otro día hicimos muchísimos kilómetros tirando de un grupo de seis personas. Tuvimos que dejar a un yanqui que venía con nosotros, a Mike, que se descompensó y yo pensé que se iba a morir. Lo tuvimos que dejar para que lo venga a buscar el helicóptero. Seguimos y por no romper el grupo, en un momento Franco Picco, un tipo que tiene 25 Dakar encima, me ofreció para tirar con él. Ahí nos condenamos a quedar en la noche”.



“Llegamos al último control un ratito antes de las doce, y nos dijeron: “coman algo y si a las doce no salen tienen que abandonar”. Así que doce menos tres estábamos saliendo. De seis que quedábamos, tres abandonaron. Sergio Petrone, Luís Belaustegui y yo salimos. Hasta ahí veníamos frenando y ayudándonos por si alguien se caía. Hasta que en un momento dijimos: “si nadie se ofende el que se cae se queda”, y el que se cayó primero fui yo, a los 10 o 15 kilómetros de donde habíamos salido. Me quedé tirado sólo en la noche, los chicos nunca se enteraron que me había caído y siguieron”.





“Me puse como objetivo llegar a Iquique como sea. Me olvidé de la navegación y empecé a cortar camino apuntando al resplandor de Iquique. Luego de una hora y pico de renegar y pasar por varios lugares totalmente a oscuras me volví a encontrar con Luis Belaustegui y me dice “¿de dónde saliste?”, no sé vengo cortando, le dije. Él también se había perdido. De ahí nos quedaban dos escalones para llegar a la famosa bajada de Iquique y nos tiramos a hacerlos. Cabe aclarar que tienen como un kilómetro y pico cada escalón. Empezamos ese trayecto y nos quedamos sin nafta. Empezó a caer la noche y a hacer muchísimo frío. Luis me dice: “vamos a tocar la emergencia” y le digo: no toques nada, porque hay un lio tremendo (se veían luces por todo el desierto). Finalmente nos quedamos dormidos del frio. Al otro día, cuando nos levantamos, había más de 90 vehículos tirados por todos lados, a lo cual desde la organización reestructuraron toda la carrera, nos trajeron combustible a nosotros. Fue Etienne Lavigne (director del Dakar) en persona que nos auxilió. Llegamos al campamento de Iquique a las diez y media de la mañana. A las 13 teníamos que volver a largar”.





Etapa 7: Iquique - Arica

“Salimos con la bolsa de dormir atada. Pasamos todo el día de descanso manejando, hicimos la etapa en dos días por qué veníamos atrasados. Tuvimos que firmar un papel porque el camión escoba quería que abandonemos. El papel decía que quedábamos bajo nuestra propia responsabilidad, porque a los franceses no les servía que estemos atrás de ellos”.







“En un momento a mi se me rompió una manguera de la moto y venía perdiendo nafta. Entonces le digo a Luis: “cagamos, me voy a quedar sin nafta” y a los pocos kilómetros encontramos una moto abandonada, que el camión escoba no había levantado, la empezamos a “ordeñar” con una botellita de medio litro para sacarle el combustible. Gracias a eso, también zafó Luis. Porque él se había quedado sin nafta y yo tenía los tanques llenos”.

“Esa noche nos quedamos nuevamente en el desierto. Nos comimos la segunda noche en el desierto, la tercera de dormir mal. La primera fue con médanos de arena y la segunda fue con piedra y arena. Hacía 5 o 6 grados bajo cero. Nos levantamos congelados y todavía nos quedaban 220 kilómetros. Llegamos a Arica, ocho menos veinte y nos sacaron de la carrera”.

 

 

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