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27-10-2020

El futuro ambiental argentino, en llamas

El docente de la Facultad de Ingeniería Gabriel Blanco analiza la situación ambiental y critica, una vez más, el modelo "extractivista" que genera "un desarrollo precario".

 

A partir de los reiterados incendios en las distintas provincias argentinas, y el surgimiento de cursos de agua en zonas donde no los había, vuelve a ponerse en el centro de la escena a  las prácticas humanas sobre el suelo. Mediante una nota, el docente de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN, Mg. Gabriel Blanco, advirtió sobre algunos aspectos que intervienen en el análisis general de la situación ambiental en Argentina.

 

Recursos limitados

Una de las primeras preguntas que surgieron alrededor de los incendios que afectan a más de diez provincias argentinas, es sobre su origen. Desentrañar si fue natural o intencional, parecía buscar alivianar un poco la responsabilidad que debe ejercerse en el cuidado del territorio. Para el especialista de la FIO es muy difícil que el fuego se haya originado naturalmente, pero una vez iniciado el incendio, el estado climático impacta cada vez con más fuerza sobre su expansión.

 

“Los cambios climáticos generan condiciones para que estos incendios se descontrolen”, explicó Gabriel Blanco, “pero la práctica de quemar terrenos tiene siglos, con una intención de dejar libre el suelo para nuevas pasturas o cultivos, eliminar los bosques para ganadería o emprendimientos inmobiliarios. Y en lugar de disminuir con el tiempo, esa práctica crece y se le suman las condiciones climáticas que hace que se descontrolen todo el tiempo”, agregó. Las condiciones ambientales provocan que el fuego se extienda cada vez más. Las temperaturas altas, la escasez de agua, vientos más fuertes, son aspectos propicios para que cualquier incendio intencional se expanda.

 

Las prácticas que alientan esta situación están relacionadas a un modelo de producción donde los recursos naturales del país y las leyes que los regulan juegan un rol central. Pero además permiten vislumbrar que, de no existir cambios, las catástrofes ambientales serán moneda corriente. En este sentido, el investigador de la Facultad de Ingeniería habló del reciente Plan Gas anunciado en Vaca Muerta, y como es habitual en sus estudios, advirtió sobre los riesgos de continuar estimulando la energía proveniente de combustibles fósiles. El punto en común que tienen los incendios y este anuncio, “es la manera en que Argentina pretende desarrollarse, basada en la extracción de recursos naturales, lo que se llama neoextractivismo”, señaló el docente. “Siempre apuntamos a los recursos naturales como la bala de plata pero eso viene pasando con distintos matices desde épocas coloniales y ha demostrado que genera un desarrollo muy precario”.

 

Condiciones desfavorables

El neoextractivismo es un concepto que refiere a la explotación de recursos naturales con el objetivo de obtener materia prima para exportación, y que en general está tercerizado a capitales privados. “Esto no es sostenible”, dijo tajante Blanco, quien además es autor coordinador de los informes que elabora en todo el mundo el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático. “Hay una idea colonial de que los recursos nos van a salvar. Alguna vez fue el petróleo, otra vez es la soja, ahora es el litio, y a todos esos recursos en definitiva ni siquiera le podemos poner valor. El precio es volátil, lo pone el mercado y no hay posibilidad de controlarlo”, destacó. Y sostuvo que la tecnología “también es precaria y nos trajo a la actualidad con un desarrollo nacional donde hay un 40% de pobreza, que no hemos podido solucionar. Hay una creencia de que Vaca Muerta, la agroindustria lo va a revertir pero la verdad es que genera un desarrollo muy precario” criticó.

 

A la falta de control sobre los valores, y la tecnología deficiente, se suma que la concentración de esta explotación permanece en pocas manos: “Cada vez son menos las empresas que pueden acceder a esos recursos, transformarlos y venderlos, dejando a la mitad de la población mirando lo que hace la minería, los pools de siembra, las grandes corporaciones petroleras, y la verdad que lo que deja eso es muy poquito”, expresó Gabriel Blanco. Hay gas pero el precio se impone afuera, se genera empleo pero no significativo, “y cuando uno se remite a los números nunca ocurre el famoso derrame, sino que hay cada vez más concentración que no genera desarrollos territoriales, cadenas de valor, emprendimientos”, indicó como común denominador de los escenarios ambientales a merced de la producción.

 

Esto genera que cuando hay proyectos para relanzar el desarrollo de ciertas materias primas, al no contar con capital ni recursos tecnológicos, “tenés que golpear puertas a otros países, otras corporaciones internacionales para que te presten el capital, aporten la tecnología y obviamente pongan las condiciones con contratos a 30 años y cláusulas de renovación automática”, expuso.

 

El tema abre otra discusión: “Cuando vos controlás la energía que le das a las ciudades y a la población, tenés un poder centralizado que no querés ceder. Contratos con grandes empresas petroleras, centrales nucleares, grandes empresas hidroeléctricas. Es un tema relevante el de quién controla, por eso es importante apoyar la descentralización aunque sea a nivel comunitario, de las ciudades, o de las mismas industrias”, opinó.

 

Cambiar el rumbo

 

El cambio climático, la discusión que genera a nivel mundial y sus consecuencias ambientales ha impulsado a repensar los modelos, principalmente los energéticos, para además ganar autonomía sobre un territorio político en muchas oportunidades inestable. “También hay una cuestión ética que nos impulsa a preguntarnos qué vamos a hacer con el planeta, entonces cuando sumás todo, es inevitable preguntarse ¿Qué estamos haciendo con Vaca Muerta? Pretender desarrollar esos recursos en pleno siglo 21 no se entiende”, cuestionó el docente.

 

“Cuanto los planes para proyectar una autonomía energética son subsidios para empresas y corporaciones para asegurarles una cierta rentabilidad, que sale de nuestro bolsillo. Lo que muchos se preguntan y me incluyo es, ¿por qué no se está apuntando a otra cosa?”, expresó Blanco.

 

El investigador alentó a pensar cómo redirigir los 500 mil millones de pesos que se destina al sector, a impulsar desarrollos de energías para sustituir el gas y el petróleo. “Por supuesto que llevaría tiempo, pero si no se empieza, nunca va a ocurrir. En algún momento hay que pensar dónde ponés los pocos recursos que hay”, dijo.

 

Respecto de los proyectos renovables que había a nivel nacional, el docente de la FIO explicó que están parados “porque el modelo que había establecido el gobierno anterior no era el mejor modelo de negocios. Establecía contratos con empresas extranjeras que fijaban los valores al que vendían la energía, en dólares, y es problemático por varios puntos. Hay que seguir pagándole en dólares y no dejan nada en cuanto a desarrollo local de tecnología porque la importan de afuera”.

 

De todas maneras, hubo avances en parques solares y eólicos, aunque de menor relevancia. “Hay que replantear la forma en que las energías renovables se puedan desarrollar en Argentina. Y ahí lo vinculo con los subsidios, porque se debería pensar en desarrollos locales de tecnologías y capacidades”.

 

Actualmente, para pensar el horizonte de la Argentina en cuestiones ambientales, existe el Gabinete Nacional de Cambio Climático, creado por la Ley de Presupuestos Mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático Global sancionada a fines de 2019, y que cuenta con la participación de todos los Ministerios. “Está elaborando medidas en cada sector pero no fácil. No se termina de entender el tema, y cuando se entiende, hay otros intereses que se ponen por encima”, sostuvo Blanco, y adelantó que se espera que a fin de año se emita un documento que exponga el plan para un futuro cercano, “pero las discusiones son complejas”, concluyó.

 

 

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