11-12-2022
Se cumple un aniversario del crimen de la profesora Maritza Prezzoli. Fue atacada por un alumno en el Colegio San Antonio y murió al otro día. Testimonios de colegas, amigos y ex alumnos y familiares.
Por Paula Bottino
Muchos recordarán el hecho, otros lo conocerán ahora. Lo cierto es que en Olavarría, el 11 de diciembre de 2000, por primera y única vez en la historia, un alumno atacó a una docente con un cuchillo y le causó heridas irreversibles.
Ella era Maritza Prezzoli, ingeniera química y profesora de varias escuelas de la ciudad, entre ellas el Colegio San Antonio. En un aula del segundo piso, cerca de las dos de la tarde, un joven de 14 años que cursaba el noveno año de la llamada EGB y debía compensar la materia, atacó a la docente con un cuchillo en el abdomen.
Fue trasladada al Hospital Municipal y operada, pero no pudo salvarse. Falleció en la madrugada del 12 de diciembre. No tenía aún 50 años y era querida y respetada en el ámbito educativo.
Todos los testimonios coinciden en que no había una relación previa entre el joven y la profesora, es más, ni se conocían. Para el chico, llevar un cuchillo no era algo insólito, ya que habitualmente lo usaba para tareas rurales. Simplemente coincidieron esa tarde y hay unanimidad respecto a que fue totalmente azaroso el acontecimiento. Sin embargo, dejó a una comunidad azorada y con la sensación de impotencia a flor de piel.
“Cuando ella murió era la fecha de los recuperatorios. Me pidieron si podía recuperar su portafolio, sus libretas, sus anotaciones. Me encontré con que ya estaban preparados los recuperatorios de los alumnos de Libertas, cada uno con su nombre y su apellido y con los trabajos de lo que tenía que recuperar. Esa era la dedicación de Maritza”. Diana Scandura, colega y amiga.
La provincia de Buenos Aires atravesaba los años de la llamada reforma educativa que nombraba los ciclos educativos como EGB (educación general básica) y Polimodal.
“Con anterioridad a la reforma educativa de la Ley Federal de Educación, las materias se agrupaban en departamentos, luego fueron áreas. La modalidad de dictado de esas áreas se dividían en distintos profesores. El área por ejemplo de Ciencias Naturales estaba compuesta por Física, Química y Biología. Para aprobar esa área, se debía aprobar cada una de las materias, con una sola que no se aprobara, el alumno se “llevaba” el área completa.
Advertimos que el sistema de evaluación era “una olla a presión”. Eso lo veíamos y por eso digo que el hecho que ocasionó el asesinato de Maritza no fue un conflicto personal. El contexto pedagógico tiene un peso terrible”. Noemí Milton, docente.
“Para mí, el caso de Maritza fue la confirmación de lo que había visto y analizado. Aunque también sentí el dolor de no haber podido hacer nada por evitar su muerte”. Silvia Canga, docente, representante gremial.
“Hubo dos grandes crisis conocidas de la educación en la Provincia de Buenos Aires. Una de ellas se da con el caso de Maritza, en el 2000 y la otra es la del caso de Carmen de Patagones, cuando un joven asesina a tres compañeros en la escuela. Fue en septiembre de 2004”. Carlos Stebani, docente, consejero escolar.
“En ese momento todo aquello que pasaba dentro de las instituciones escolares, se volvió imposible de tapar. Sí o sí hubo que abordar el tema de la conflictividad de los vínculos dentro de las instituciones”. Miriam Petrele, docente, representante gremial.
“Creo que coincide con la época en la que el docente perdió autoridad. En el ferrocarril pasó lo mismo, las estaciones vacías, el ferroviario era una persona reconocida en la comunidad, al docente le pasó lo mismo, fue perdiendo autoridad, pero no solo pedagógica o de conocimiento.Faltó autoridad porque no había respaldo del gobierno, nos largaron así y sálvese quien pueda. De los directores, muy pocos tenían presencia dentro del conflicto, con la complicidad de los inspectores”. Marcelo Latorre, docente.
“El día del velatorio, como dirigente gremial asumí la responsabilidad de suspender el dictado de las clases en Olavarría. Las autoridades educativas no se animaron. Llamé a Radio Olavarría y convoqué a adherirse a un día de “no trabajo'', de homenaje. Dije: “Soy la Secretaria Gremial de la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB) y decreté día de duelo. Vino el Director general de escuelas, Octavio Bordón y me dijo: “qué otra cosa podía hacer por una colega”. Silvia Canga, docente y representante gremial.
En Olavarría, durante ese mes de diciembre se organizaron varias “marchas de silencio” para reclamar justicia por el crimen de Maritza.
“Esas movilizaciones eran heterogéneas, ya que estaban representantes de distintas organizaciones sociales y sindicales. Acompañamos el dolor de las compañeras de trabajo de Maritza y de la familia. Desde los gremios el reclamo era permanente de mejores condiciones para enseñar y aprender”.
“Recuerdo que hubo un intento de generalizar y estigmatizar a la juventud. Ruckauf era gobernador y se empezó a plantear una baja en la edad de imputabilidad a los 12 años. Fue la oportunidad de ver cómo los conflictos se evidenciaban en la escuela.” Miriam Petrele
Los testimonios coinciden en señalar que el Colegio atravesaba una etapa de crisis institucional derivada de varias cuestiones. Una de ellas, asociada a una denuncia penal por abuso de parte de uno de los religiosos que luego dejó su cargo.
Esa acción legal fue respaldada por docentes que luego renunciaron o fueron despedidos. Se produce un ingreso de un importante número de profesores nuevos, entre ellos Maritza, asociado también a la implementación de la mentada reforma educativa.
“La institución quedó bajo una mirada fea. Y debe haber sido sobre finales de 98, que muchos docentes se fueron y quedaron vacantes. También con el tema del Polimodal necesitaban profesores. Este alumno no era alumno de ella, tenía que compensar matemática de otra docente.
“No entendimos por qué la escuela no dio explicaciones. Se había muerto una docente de la escuela y todas las declaraciones eran contradictorias. Noté la complicidad de la Orden Franciscana de ocultar y salvar a la institución.“También advertí que por parte de DIPREGEP había una bajada de línea de silenciar todo. Todo ese silencio no colaboró en nada para entender lo que había pasado, al chico se lo llevaron al campo que era en definitiva lo que recuerdo que él quería. Y nadie puso la cara.” Marcelo Latorre, docente
Con 14 años, el autor del homicidio no podía ser considerado imputable. Fue derivado a un Instituto de Menores, vivió un tiempo en Tandil y luego regresó con su familia.
“Nunca pensé que hubiera sido algo personal hacia ella, más bien era algo de la cabeza del chico. Maritza era una tipa piola, pero le tocó un chico con una debilidad en su estructura psíquica”. Patricia Gil, amiga y docente.
Sí prosperó la demanda civil por daños y perjuicios impulsada por los padres de Maritza y que derivó un resarcimiento económico. Se demandó a la Orden Franciscana de Frailes Menores Conventuales y a los padres del alumno. Parte de la argumentación de ese pedido de resarcimiento fue la “postura cerrada” asumida por la institución educativa ante el hecho y la estrategia de considerar lo sucedido como un “accidente laboral”.
“Maritza era el sostén no sólo económico, sino también afectivo de los actores (sus padres); era quien los hacía felices con su presencia diaria. A las circunstancias descriptas debemos sumar -como factor determinante del inmenso daño moral- la conducta de las autoridades del Colegio y de su propietaria con posterioridad a la producción del evento dañoso, la cual se limitó a tratar por todos los medios de evadir su responsabilidad (en especial la verificación de la denuncia del hecho como accidente de trabajo); sin efectuar un sólo gesto tendiente a la confortación de los padres de Maritza, hecho que resulta mucho más doloroso por tratarse de una institución católica apostólica romana, que pregona la paz y el amor”. Extracto de la demanda firmada por el abogado Néstor Di Giano.
En el texto judicial, se asume como un dato que agrava la situación, el contexto institucional adverso.
“Es necesario remarcar la incidencia que el ambiente en que se desarrollaba la educación del menor tuvo o pudo tener en la conducta disvaliosa seguida por éste. La presencia de dudas en los padres, los hechos denunciados por los menores conformaron una atmósfera que debió necesariamente influir en los educandos; no puede observarse este asesinato como un hecho aislado”.
Maritza llega a la docencia por vocación, aunque no fue su primera opción laboral.
“Se recibió de Ingeniera Química y luego Maritza fue la primera ingeniera que se incorporó al Ferrocarril, estaba a cargo de hacer los análisis para los controles de calidad. Usaba borcegos y pantalones de grafa y subía a los vagones y tomaba muestras para hacer controles de calidad.
Tenía la oficina sobre la Avenida Pringles, del lado donde están las casitas de los trabajadores del FFCC. Cuando en los 90 el ferrocarril se vendió, a ella la echaron.
Pero antes de eso, ella por la tarde daba clases particulares, en el comedor de la casa. Tenía una mesa grande y allí se sentaban los alumnos todas las tardes. Ella vivía allí con sus hermanas y sus padres. Una de sus hermanas luego se casa con Abelardo Carabelli y se va a vivir a Francia y la otra trabajaba en el Banco Edificadora y también se queda sin trabajo en los años 90.
Como todos los ferroviarios, se instalaron en el Barrio Hipólito Yrigoyen. Antes vivían en Recalde. El papá de Maritza era quien la ayudaba con la salamandra, le cargaba la leña. Y sus alumnos eran sus amigos, sus hijos, ella tenía una dedicación especial”. Gabriela Casanella, amiga.
Todos los que la conocieron recuerdan las clases de apoyo que daba en su casa, para aquellos que necesitaban reforzar algún tema o rendir un examen.
“Ella trabajaba todo el día y cuando llegaba a la casa tenía alumnos particulares.
En su casa había muchachitos y con los años siguieron sus hijos, les tenía mucha paciencia”. Edith Scarpiello, amiga.
“Era una persona muy responsable, full time era su dedicación a sus tareas. Daba clases particulares, te preparabas con Maritza y sabías que rendías bien”. Patricia Gil, docente, amiga.
Epílogo
Al revisar lo que se publicó aquellos días en la prensa local y nacional, aparece la preocupación de los educadores respecto de la posible implementación de medidas represivas al interior de las escuelas y aulas. Se llegó a proponer que se apostaran patrulleros en la puerta de las instituciones para prevenir este tipo de hechos.
Sin embargo, afortunadamente, se pudo avanzar hacia otra dirección. Los acuerdos institucionales de convivencia y la extensión de los gabinetes en la mayoría de los colegios colaboró para que los casos de violencia no sean cotidianos.
Todos coinciden en que la tarea no cesa. La escuela siempre será ese lugar donde todo confluye.
“Siempre uno pensó que la escuela era un lugar seguro. Hasta ese momento a nadie se le ocurrió pensar que la escuela podía ser un lugar peligroso. Pienso que el ataque no era para Maritza, era para el que le tocara.” Sandra Botassi, docente.
“Teníamos 16 años y sentíamos que nos habían sacado alguien muy valioso. La última imagen que tengo es cuando la sacan de la casa velatoria y nosotros llorando. Yo me tragué todo y me quedé con los recuerdos lindos, de los viajes. Pero el sentimiento era de vacío total”. Juan Suquilvide, ex alumno.
“Durante años, le cuestioné a Dios porqué me la "quitó" de tan chica. Hoy le doy gracias por haberme permitido disfrutarla esos años, que fueron suficientes para poder considerarla mi segunda mamá. Estoy convencida que mi vida no hubiera sido lo mismo sin haberla disfrutado ese tiempo. Creo que mi elección de ser docente, tiene mucho que ver con ella”. Melodie Carabelli, sobrina.
“Ese salón estuvo varios años cerrado, no se usaba y voy a decir algo que quizás pueda ser poético: los que limpiaron ese aula fueron los chicos, las nuevas generaciones. Ese bochinche, esa inocencia, y eso se fue renovando y sacando esa cosa fea que había quedado”. Mónica Bianciotti, docente.