26-03-2023
Con la crisis del centenario matutino local aparecen antecedentes de firmas controladas por familias tradicionales, sin las que tres décadas atrás hubiese sido imposible concebir la Ciudad.
Por Daniel Lovano / Verte
Treinta años atrás hubiese sido inimaginable una Olavarría sin la Cooperativa Agraria tal como se la conoció hasta el final del siglo XX, sin Casa Falabella, sin Casa Zubillaga, sin el Banco de Olavarría, sin el Banco de la Edificadora y sin un diario en el que leer las noticias todos los días a primera hora de la mañana.
En el mismo encuadre podrían aparecen grandes tiendas, casa de ventas de electrodomésticos y otros rubros. Pero este repaso atiende a símbolos de la burguesía olavarriense, la mayoría ya extintos, que transitaron casi todos los novecientos.
El Banco de Olavarría S.A. fue el primero de los dos bancos gigantes de capital olavarriense en caer a mediados de la década del ’90, en pleno apogeo de la cruzada neoliberal en la Argentina emprendida por el menemismo.
El edificio de ex Banco Olavarría, hoy.
Misma suerte corrieron otras grandes referencias de la banca del interior provincial, como el Nuevo Banco de Azul, Banco Comercial de Tres Arroyos, Banco Comercial de Tandil, Banco del Sud de Bahía Blanca.
La entidad bancaria ubicada en el majestuoso edificio de la esquina de San Martín y Vicente López fue a la par con la vertiginosa transformación de Olavarría de una ciudad típicamente agrícola-ganadera a un gigante de la industrialización de la cal y el cemento.
Según el trabajo realizado por el historiador olavarriense Adolfo Santa María, el 15 de febrero de 1900 la entidad realizó en la sede de la Sociedad Italiana Menotti Garibaldi la primera asamblea de suscritores de acciones.
El directorio quedó conformado con José Lis como presidente; como vicepresidente primero Adolfo Errecart; vicepresidente segundo Antonio Datelli y entre los vocales aparecía Dionisio Recavarren, también protagonista central en los primeros años de diario EL POPULAR.
Con el correr del siglo fueron cambiando los nombres de las autoridades, y en el último tiempo los personajes más importantes del directorio fueron el médico cardiólogo Adolfo Arouxet (figura central en la década del ‘80), el abogado Roberto Lalanne y el ingeniero Enzo Alfa Azzi, empresario vinculado con la explotación minera.
La familia Lamas estuvo durante muchos años al frente del directorio, que también integraron Jorge Ortiz, Armando González y un personaje central en la historia de River Plate: Rafael Aragón Cabrera, presidente millonario entre 1973 y 1983, y propietario por entonces del Hotel Santa Rosa.
En el primer semestre de 1995 el Banco de Olavarría sufrió una crisis provocada, entre otros motivos, por la devaluación del peso mexicano conocida como “Efecto Tequila”.
El 16 de agosto de aquel año por Resolución Nº 483 el Banco Central de la República Argentina autorizó al Banco Mayo Cooperativo Limitado a adquirir el activo y pasivo del Banco de Olavarría S.A.
En octubre de 1998 se produjo la intervención y caída del Banco Mayo, presidido por el polémico dirigente de la comunidad judía Rubén Beraja (ex presidente de la DAIA). El siguiente pase de manos fue al Citibank, para dar lugar a lo que hoy es el Banco Comafi.
Con la caída del Banco de Olavarría fueron despedidos cerca de dos centenares de empleados. La razzia laboral se inició en diciembre de 1992, con el cese de varias decenas de bancarios con al menos 10 años de antigüedad en la empresa.
En aquella oportunidad los trabajadores solicitaron una audiencia con el por entonces intendente Helios Eseverri para que intercediera ante la pérdida de numerosas fuentes laborales, y éste se negó a recibirlos.
La primera sucursal del B.O.S.A. se abrió en Tapalqué, en 1918; la de Loma Negra pertenece hoy al Banco Nación. También tenía sucursales en Laprida y en la City porteña. En los últimos años había abierto oficinas recaudadoras de impuestos en casi todos los barrios de la Ciudad.
Durante su apogeo si hubo una relación estrecha entre el Banco de Olavarría y uno de sus depositantes fue con Casa Zubillaga.
Más, la tradicional firma cuyo epicentro era la comercialización de ganado bovino fue clave en la creación de la entidad financiera y hasta su liquidación fue la primera cuenta corriente abierta, con el número 1/5.
En tiempo de crisis no era para nada extraño que una empresa saliera al rescate de la otra, según las particularidades de la coyuntura.
La Casa Zubillaga celebró su centenario en 1991, con un remate gigante en la Sociedad Rural ante la presencia de ganaderos de todos los puntos del país. Una década más tarde ya era parte de la historia económica de Olavarría.
Estuvo entre las grandes comercializadoras de hacienda de la Argentina y llegó contar con más de 20 empleados.
Su casa central estaba en Alsina 2863 y tenía además oficinas en Recalde, en Bolívar (con el nombre de “Ferias Bolívar”), en Hinojo. También tuvo oficinas en Buenos Aires y llegó a contar una casilla en el Mercado de Liniers.
“Llegamos a tener hasta una feria cada dos días” contó un ex empleado de la firma. En Hinojo los remates se celebraban los 16 de cada mes; en 16 de Julio al cabo de la primera quincena, un par de días antes o después que en Bolívar. Los remates se extendieron hasta las vecinas ciudades de Laprida y Pringles.
El inmueble donde funcionó Casa Zubillaga.
La primera feria que cerró la Casa Zubillaga fue en Espigas, ante la competencia de la cercana Recalde y sus pares de Bolívar. En Olavarría se celebraban los 10, los 25 de cada mes y los días 28 hacía un remate especial de invernada y cría.
Fue de tal magnitud su influencia en los productores agropecuarios que estos podían llegar a comprar maquinaria agrícola, automóviles o camionetas con vales girados a la Casa Zubillaga. Lo mismo para la adquisición de indumentaria o las necesidades de todos los días.
El “Pilo” Andreu fue el martillero más célebre de toda su historia, y no llegó a ver el fin de Casa Zubillaga. “Era un genio el viejo” destacó otro ex empleado de la firma que pidió mantener su nombre en reserva.
Decisiones equivocadas, multimillonarias deudas de los frigoríficos y la voracidad de las comercializadoras con sede de la Capital Federal en tiempos que el doctor Andreu tenía las riendas de Casa Zubillaga significaron el acto de defunción para esta empresa que había nacido casi a la par que la Ciudad.
Los empleados se enteraron del final casi de un día para el otro.
Un lustro después de la caída del Banco de Olavarría, casi a la par con el cierre de las puertas de Casa Zubillaga se derrumbó el otro gigante bancario olavarriense: el Banco de la Edificadora, que ocupaba otro palacio icónico de la Ciudad ubicado en Dorrego y Rivadavia.
Por entonces los miembros relevantes del directorio eran Romeo Andreatta (presidente), a quienes secundaban Pablo, Carlos y Severo Erramouspe; Alberto y Eduardo Indavere; Pedro y Mario Cura. Más otros apellidos tradicionales de la sociedad olavarriense, como Indavere, Schiavone y Soccini.
El Banco de la Edificadora llegó a concentrar en su fastuosa sede a la mayor parte de unos 230 empleados. En sus mejores tiempos contó con 8 sucursales: Buenos Aires, Sierras Bayas, Pueblo Nuevo, Chillar, Mar del Plata, Cañuelas, Azul y Tandil.
El edificio del ex Banco de la Edificadora, hoy.
El Banco de la Edificadora no soportó la crisis de 2001 y terminó de caer en 2002, mientras su edificio fue vendido en 2013 a un productor agropecuario olavarriense.
La cartera y un grupo reducido de empleados del otro gigante histórico de la banca olavarriense pasó al Banco Columbia, que poco tiempo después de su instalación en Olavarría se mudó a una sede más pequeña a mitad de cuadra, sobre la calle Rivadavia, donde había funcionado el anexo del B.E.O.
La última retirada de una firma tradicional olavarriense es contemporánea y corresponde a la familia propietaria de diario EL POPULAR desde hace casi un siglo, que cedió el manejo del multimedio a Lucas Torres a fines de 2022.
Esta vez el último director de la dinastía, el ingeniero Jorge Gabriel Botta, accedió a lo que se había negado dos años antes, cuando el extinto Carlos Orifici compró algo más del 45% del paquete accionario y el 50% del tradicional inmueble ubicado sobre la calle Vicente López.
Julio Argentino Pagano fue el patriarca de la familia; le heredó su hijo Julio Mario, quien impulsó las reformas más importantes y falleció pocos meses después de la última gran apuesta empresaria: la rotativa a color.
Julio Pagano -h- fue impulsor también de la llegada de la televisión por cable a Olavarría, cuya inauguración se produjo la noche del 30 de octubre de 1983. A su muerte le siguieron en el comando del tradicional matutino sus hermanas Mabel por un corto lapso y Graciela por más de una década.
Llegando al final de la primera década de este siglo el diario fue conducido por el sobrino de Julio Mario Pagano, e hijo de Mabel: el ingeniero Jorge Gabriel Botta.
Desde el primer día de su gestión el ingeniero Botta adoptó una política de gestión unipersonal, impulsó un vaciamiento de contenidos en cada una de las plataformas (diario, radio, TV y la página web), que con la volatilidad de otras variables derivó en una profunda crisis.
Así llegaron las dificultades para pagar los salarios durante los 7 últimos años y la salida por goteo de sus principales plumas.
Una idea de la dimensión que llegó a tener la Feria Falabella la da su gigantesco primer emplazamiento a principios del siglo pasado, entre la calle Rivadavia, la avenida Pringles, la avenida de los Trabajadores y la Ruta 226.
La aparición de los cebúes, su peligrosidad, y la expansión de la zona urbana hacia ese sector la llevaron a centrar su actividad en las instalaciones de la Sociedad Rural. Soldados del Regimiento local fueron los encargados de desarmar su ubicación original a fines de la década del ‘60.
La vieja sede de Casa Falabella en la calle Necochea.
Entre todas las de su tipo fue la última en caer, al filo de 2010. Era una consignataria de hacienda que ofrecía dos remates - feria mensuales, el 1 y el 14 de cada mes, con clientes de toda la región.
Sus oficinas estaban ubicadas en Necochea al 2700. En tiempos de esplendor comercializaba entre 3.000 y 4.000 cabezas por remate, y en su decadencia bajó a unas cuatrocientos o quinientas cabezas.
El domicilio donde funcionó Casa Falabella, hoy una tienda.
El golpe de gracia para la Casa Falabella fue la incursión en la exportación de carne a través de la firma P.A.C.A. con socios poco confiables.
La Cooperativa Agraria Limitada de Olavarría (CALO) es un caso especial dentro de las referencias que colapsaron entre finales del siglo pasado y los primeros años de este siglo.
Como el Ave Fénix, está tratando de resurgir de sus cenizas desde su actual ubicación en la esquina de Cerrito y Bolívar y el 18 de abril será una fecha histórica en su renacimiento: organizará el primer remate de hacienda en el último cuarto de siglo.
Con cerca de 70 años de vida, en noviembre de 1998 ingresó en cesación de pagos y en marzo de 1999 empezó el concurso de acreedores. La CALO perdió la mayor parte de sus propiedades hasta que a mediados de la primera década de este siglo pudo levantar el concurso.
La sede de la CALO funcionó en el edificio que hoy ocupa el CECO.
Entre su patrimonio sobresalían las oficinas centrales en los pisos superiores del edificio de la calle Coronel Suárez destinados a la administración, el departamento de cereales y el de ganadería; en la planta baja funcionaba uno de los supermercados más concurridos de la Ciudad. Hoy es la sede del CECO.
Un segundo supermercado atendía en 25 de Mayo y Necochea. Ambos pasaron a manos de la “Coope” en 1998, la entidad cooperativa con sede en Bahía Blanca.
Con un plantel de empleados aproximado a las 40 personas, entre sus principales dirigentes figuraban Rafael Erripa, Domingo Barcelona, Germán Lizaso, Alejandro Aramburu, Eduardo Berrino, Emilio Ripoll, Ricardo José Lizaso, Pedro Barcelona y Alfredo Barcelona.
En el momento de la quiebra estaban al frente de la Cooperativa Ricardo Barcelona, Martín Aramburu, Jorge Tasso, Ricardo Lizaso, Alfredo Arreguy -quien fue además presidente de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA)- y como gerente se desempeñaba José Luis Modarelli.
En su primera etapa adquirió las chacras “La Colmena” a la familia Berrino, célebre en los tiempos modernos por la presentación del “Indio” Solari; construyó un galpón para depósito de cereales (el primero en Olavarría); contaba con un tambo modelo, sumó lotes en la subdivisión del campo “La Encarnación”, adquirió la Sucursal Adela Alegre de Reynoso y una quinta en la Sucursal Antista.
La CALO participó en la construcción del “Puente de la Agraria” sobre la Avenida Avellaneda. En su patrimonio estaba la chacra “El Pikelado” con su fábrica en funcionamiento, que más tarde quedó como depósito y talleres. Construyó las plantas de silos en “La Colmena”, Santa Luisa y 16 de Julio.
A su vez funcionaba como una financiera, con una especie de cheques amarillos con los pinos verdes que utilizaban los productores para adquirir sus insumos o maquinarias.
“Esa Cooperativa era un lugar hermoso para trabajar” recordó con nostalgia un ex empleado.
La Cooperativa Agraria, en Cerrito y Bolívar.
La Cooperativa Agraria Limitada de Olavarría volvió a funcionar en Cerrito y Bolívar y en la actualidad cuenta con 8 empleados.
La reanudación de actividades fue con la veterinaria y la venta de alimentos balanceados de la Asociación de Cooperativas Argentinas; más tarde llegó el depósito regional de alimentos balanceados y una sede de la Cooperativas de Seguros “La Segunda”.
La siguiente incorporación fue la venta de materiales rurales; insumos relacionados con la semillas, aunque restringido por limitaciones impuestas por la zonificación, para llegar a este dato esperanzador que es volver a organizar un remate feria inaugural de hacienda el 18 de abril. Luego de 25 años.