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Información General “Armé la maleta esa noche sin saber cuándo regresaba”

24-07-2023

“Armé la maleta esa noche sin saber cuándo regresaba”

Juamir es venezolana, hace 4 años vive en Olavarría y hace un año, envió el pasaje para su hijo. Su sueño es que pueda estudiar en la universidad. Calcula que residen cerca de 500 en la ciudad.

 

Pongamos por caso que tu mamá se llama Mireya y tu papá Juan, entonces tú serás… “Juamir”. Esa es la historia del nombre de la protagonista de esta historia, así de simple, porque en Venezuela no hay una ley que ordene cómo se puede llamar uno o cómo no, entonces surgen estas nominaciones, tan originales y creativas.

 

Llegó a Olavarría hace casi 4 años y todavía se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda la noche en que armó la valija para venir y dejó a su hijo de 12 años a cargo de su padre.

 

La situación ya estaba en crisis aguda, y me tocaba tomar una decisión por el porvenir de mi hijo, aprovechando las vacaciones escolares, me tomé ese receso para ver qué pasaba.
Era la primera vez que volaba tan lejos, tomé mis previsiones. Vendí mi auto y cosas de la casa y saqué pasaje solo de ida, sí o sí tenía que hacer la que resultara. Me recibían mi cuñado y mi hermana y ahí, era emprender
”.

 

En aquel momento, salí por Brasil y lo hice solo con la cédula de identidad, es algo que se puede hacer por pertenecer al Mercosur. Me fui hasta Boa Vista y me tomé un colectivo a Manaos y me esperaba una familia que conocíamos, era de mi barrio, y después de dos semanas, me tomé el vuelo a Buenos Aires”.

 

Tomé la decisión de salir, y dejar a mi hijo. Vendí el auto, el aire acondicionado para poder pagar el boleto y venirme con eso. No quería tocar nada más, porque la casa es el único bien seguro para mi hijo. Armé la maleta esa noche sin saber cuándo regresaba”.

 

 

 

 


Su hermana y su cuñado vivían en aquel 2019 en Loma Negra, ya que él, ingeniero petroquímico, trabajaba en una de las plantas de la empresa cementera.

 

Llegué en pleno invierno y en Loma Negra no se veían ni los gatos. No me hallaba, lloraba mucho, creo que todos hemos pasado por ese cuadro depresivo, donde nada de lo que ves es tuyo y tú no sabes para dónde vas”.


Pero apareció gente solidaria, gente que nos arropó y nos abrazó. Llegó la pandemia y mi único pensamiento era ¿cuándo volvería a ver a mi hijo?. No había vuelos, la depresión volvió a aparecer, era trabajar para convertir en dólares lo que ganaba, para poder tener algo que te aguantara”.

 

El venezolano ya sabe que recibe pesos, pero a los dos días tiene verdes, siempre, porque es lo único seguro estando afuera. Y eso lo aprendí, trabajaba de lo que fuese y procuraba alcanzar la suma de los dólares para comprar el boleto para él. Encima, al ser menor de edad, hay que comprar un boleto de ida y vuelta, aunque no regrese”.

 

Eran muchos dólares. Pero era la cifra que me decía “mamá”. Trabajé en kioscos, cuidé niños, limpiaba casas, no me importaba quién, dónde, trabajé en un hotel y comencé a conocer gente, aunque no tenía nada de vida social. El objetivo era producir”.

 

Mi hijo llegó el año pasado, va a la escuela, a quinto año, llegó con 15 años. Ha sido duro para él, le ha costado la parte social de la edad, es todo muy distinto. Ha sufrido bullying por ser una persona aplicada, y por su formación cristiana y si bien él no busca imponer, al dar sus puntos de vista queda expuesto, muchas veces. Pareciera que el proceso de inclusión no es ese el que se está dando, al menos en las escuelas. A él le ha tocado ser más bien latigado”.

 

 

Juamir explica que muchas cosas son legales aquí que allá no lo son -especialmente se refiere a la identidad de género o al matrimonio igualitario-, y eso “te afecta, es un choque. Y esa situación es similar en todos los que han llegado aquí con sus hijos”, explicó.


Exiliarse no es una decisión que se toma de un día para otro y las cuestiones burocráticas también pesan. Juamir cuenta que “tampoco era fácil emigrar para Argentina, sino que lo hacían por las fronteras, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú así lo hicieron los primeros venezolanos que se fueron”.

 

Me atrevería a decir que Panamá fue el primero que nos recibió, quienes podían económicamente sustentar el vuelo se iban para arriba y los que eran de clase media baja iban caminando o a dedo para las fronteras. Brasil está complementamente minada, Icapará, toda la frontera que colinda con el sur de Venezuela y parte de Colombia también, como la zona de Cúcuta, Bogotá, que da al lado oeste de Venezuela”.

 


Ante la pregunta por su país, por todo eso que dejó atrás, Juamir repasa: “Mi estado se llama Monagas, a mis 27 años tenía mi departamento de 3 habitaciones y un auto. Pero dejé mi departamento y mi trabajo. Yo ejercía la docencia, trabajaba para el gobierno, 18 años de trabajo se fueron ese día con una maleta de 10 kilos y una de 3”.

 

La situación económica empeoró mucho ese año, entre 2018 y 2019. Venezuela se quedó sin luz eléctrica y de los 24 estados, 18 no teníamos luz. Se había dañado un aparato y el que podía reemplazarlo estaba en Rusia y era tan grande que tenían que llevarlo por barco”.

 

Lo que te pagaban ya no alcanzaba, era sobrevivir con un sueldo de 7 dólares mensuales. Afectaba a todo, y sentías que tenías que hacer algo, pero aunque tuvieras otros trabajos, no te resultaba porque no te alcanzaba igual”.

 

Una de las cosas que no se olvida nunca es que no había papel higiénico. No ibas a preferir eso a comprar comida. Todos se iban y volvían caminando, no había gasolina, los colectivos no funcionaban, sólo había 2 o 3. Nunca se había visto, pero ya veníamos de años de crisis. Ese año marcó lo que fue el gran exilio de venezolanos. Se fueron muchos, visitabas a alguien y ese alguien ya tenía 5 que se habían ido a diferentes países”.

 

Tengo sobrinas que están en Colombia, otros en Panamá y otros en Brasil y así mi hermana y yo en Argentina. Te enterabas de gente que se iba y decías: Y yo, ¿qué estoy esperando? Hubo saqueos, situaciones de violencia en comercios que estaban ubicados debajo del departamento. Al ver a mi hijo expuesto a eso dije: ‘no, hay que hacer algo’”.

 

 

Volver, ese pendiente

 

Mi primer objetivo era traerlo a él, había crecido en años de austeridad, de pocos recursos y al ser una mamá sola, era mi responsabilidad y entonces quería que disfrutara de lo que Argentina me había dado”.


Calcula que en Olavarría viven entre 400 y 500 compatriotas y cree que en gran medida se debió al empleo ofrecido por las fábricas Loma Negra, Calera Avellaneda o Cerro Negro.


Olavarría me permitió la misma tranquilidad que el lugar de donde vengo, un clima similar. Trabajo como docente de inglés, cuido una abuelita dos días y una nena otros dos días. Vivo en un departamento con mi hijo. Ya cumplo 4 años en agosto”.


Mi mamá, mis hermanos y mi abuela están allá. Hay de todo ahora, porque las compañías extranjeras llevaron mercancía porque las empresas venezolanas huyeron y llegaron otras e invirtieron y hay mercancías rusas, chinas y brasileras. El gobierno hace trueque de nuestros minerales por esas mercancías”.

 

Igual, hay de todo pero el sueldo sigue siendo de 7 dólares y Venezuela comenzó a dolarizarse. Los sectores más bajos sobreviven comiendo de la naturaleza. En estos años, hubo un exilio de profesores, la mayoría dejamos el país y los cargos, por 36 horas semanales nos daban 7 dólares y la bolsa de alimentos”.

 

Cuenta Juamir que en el año 2019, cuando recién llegó, mandaba 3500 pesos y eran equivalente a 15 dólares. En estos días le mandó dinero a su mamá porque había sido su cumpleaños.

 

Con lo que le mandé se compró un pollo, sea porque no tenía para hacerlo o porque hacía un montón que no comía. Hoy mando 20 mil pesos para que lleguen 22 dólares. Con 10 dólares se compró un kilo de pescado y menudencias básicas. Son realidades que no se televisan y que uno no olvida. Ahora ya no es fácil salir, la documentación migratoria se ha puesto densa. Tampoco es fácil por el tema de las líneas aéreas, ya que hay muchas menos que hace unos años”.

 

Palabras de agradecimiento tiene Juamir para el país que la recibió, “Argentina es tierra de puertas abiertas”, grafica. Y repasa situaciones terribles de violencia, prostitución y muerte que se dan en países como Perú, y también, la crisis migratoria que se refleja en la zona de la selva de Darién.

 

Esa frontera entre Colombia y Panama es atravesada permanentemente por migrantes que buscan llegar hasta Estados Unidos. Sólo en 2022, el ingreso total de migrantes por esa ruta fue de 248.000 personas. En 2023, los venezolanos, con más de 87.000 entradas por Darién, superan a los haitianos, que son la segunda nacionalidad que más pasa por estos caminos. La presencia de organizaciones criminales en la zona muchas veces deja trunco ese sueño de llegar “al otro lado”.

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