31-07-2023
En el marco del mes de la concientización del TDAH, el neurobiólogo Antonio Ponce de León dialogó con Verte sobre la condición que afecta a distintos grupos etarios.
Julio es el mes de la concientización del TDAH conocido como trastorno por déficit de atención e hiperactividad y, en este sentido, el psiquiatra, neurobiólogo y médico forense Antonio Ponce de León habló en exclusiva con Verte sobre la condición que afecta a diferentes grupos de personas.
El profesional viene una o dos veces por semana a Olavarría desde Buenos Aires para recibir consultas. En primera instancia explicó que en muchos casos el TDAH es diagnosticado en la infancia, y, en esa línea, Ponce de León indicó que “generalmente la primera que se da cuenta es la mamá, que es la mejor auditora. Detecta que su hijo o hija tiene poca tolerancia a la frustración, se distrae con facilidad y está muy disperso”.
“Muchas veces corresponde a cuestiones de comunicación y del lenguaje. Eso nos lleva a la otra parte de este trastorno, que tiene que ver con el trastorno del espectro autista (TEA). La diferencia está en que en el TDAH el lenguaje y la comunicación se van desarrollando lentamente y en el TEA, muchas veces vemos una meseta, donde hay cosas que no funcionan”, dijo.
“La configuración del cerebro del TDAH es normal, el problema está en la maduración de las redes neuronales. Las conexiones están correctas, lo que falta es la mielinización de esos cables. Se podría decir que ‘tiene los cables pelados’, por citar una expresión simple”, expresó.
En ese sentido, continuó: “La consecuencia que trae eso es que la velocidad de transmisión del impulso nervioso sea lenta. Para entender eso hay que comprender que en un milisegundo el cerebro puede atravesar quinientos metros. Es una cosa casi instantánea y eso garantiza la eficacia de una función. En el déficit de atención, la transmisión es más lenta, entonces la atención no se sostiene. Eso provoca que muchas veces el paciente se quede a mitad de camino y es lo primero que la mamá ve”.
“Un chico que pasa de una cosa a la otra rápidamente es porque no tiene la capacidad de planificar. Es decir, las funciones ejecutivas que son organizar, secuenciar, planificar y ejecutar, las tiene prácticamente dormidas”.
Uno de los interrogantes más grandes de los padres respecto a la sobreestimulación de sus hijos frente a los consumos tecnológicos, es saber cómo lograr una convivencia sana. En ese sentido, Ponce De León advirtió que “la tecnología tiene pros y contras. Generalmente estos chicos, y eso es lo que confunde, tienen un gran manejo de la tecnología, justamente porque la tecnología es automática, no tiene tiempos de espera. Aprietan un botón y lo tienen todo armado”.
“Esta situación al chico le viene fenómeno porque no tiene que hacer ningún esfuerzo. Y de esa manera está horas y horas absorbido por la inmediatez del estímulo y las pantallas. El gran problema con esto en lo conductual, es que cuando vos le sacas el dispositivo hacen un berrinche, porque le estás sacando el único bastón que tiene para comunicarse con el otro, para conectar con algo e interactuar con alguien”.
“Por ese motivo -desarrolló- una de las grandes dificultades que tienen es que no socializan, porque no tienen la capacidad de decodificar a otro. Lo primero que hay que hacer en estos casos es marcar los tiempos en el uso de la tecnología. En el déficit de atención no hay conciencia del paso del tiempo sino que hay una comprensión literal. Por ejemplo, si le decís ‘vamos ahora en un ratito a tomar un helado’, entiende que es ahora, ya mismo, no entiende lo abstracto del mensaje”.
El médico aconseja entonces, comunicar específicamente ciertas cuestiones, para delimitar los tiempos y la forma en la que nos comunicamos. En ese caso, habría que decir: “Mirá, vas a usar la tablet, el celular o la computadora cuando el reloj marque tal hora. O si es un reloj de agujas, indicar cuando las agujas lleguen a ciertos números. Bien didáctico. Se trata de establecer un acuerdo previo, para que el chico pueda planificar lo que naturalmente no puede hacer”, sostuvo.
Especialista en neurobiología, Antonio Ponce de León explica que el TDAH se manifiesta en las infancias pero, muchas veces, se diagnostica en adultos. “En estos casos, todo depende de la topografía y la intensidad del retraso madurativo, ya que es por áreas. Por eso, es común escuchar relatos similares a este: de chico fui terrible, era muy travieso e hiperquinético, me vivía golpeando y volvía locos a mis padres. En el colegio zafé como pude, pero cuando terminé el secundario no pude ingresar a la facultad porque me di cuenta que no me daba la cabeza. Hoy creo que debo tener este problema de atención porque cuando me quiero concentrar en el trabajo me cuesta mucho. No puedo hacer dos cosas a la vez. Entonces creo que tengo algún problema’”.
“Esa caracterización- dice el neurobiólogo- muestra que pasaron las diferentes etapas de la vida como pudieron y con suerte llegaron a la adultez. Sin trastornos en la personalidad y sin conductas de riesgo. Pero ese ejemplo que di, no es en la mayoría de las veces. Generalmente llegan mal, con graves problemas vinculados a la depresión o al consumo de sustancias. El gran riesgo es cuando una persona cree que no puede, y esto ya se nota a temprana edad. Se piensa que nunca se va a poder hacer ciertas cosas. ‘Si nunca voy a poder, mejor no lo hago’, piensan.
En realidad, creo que “no existe el chico vago, existe el chico desmotivado. El chico se desmotivó porque intentó, no pudo, se frustró y decidió no seguir. A partir de ahí se empieza a dar la automarginación. Y se empieza a nivelar para abajo. Se empiezan a relacionar con iguales. Dicen ‘no voy a buscar a alguien que me supere porque yo no voy a poder interactuar con él. Entonces me relaciono con otros como yo’ y ahí es cuando empieza la conducta de riesgo”.
“Considero que es mala praxis no diagnosticar y mucho más aún no tratar a tiempo a un chico con estas condiciones, porque estos trastornos son corregibles. No es una patología, es un trastorno en el neurodesarrollo que se corrige. El cerebro normalmente termina de madurar entre los 22 y 23 años”, explicó.
“Vale decir que tenemos un margen que va desde la niñez, la adolescencia y la juventud para trabajar, es un gran margen de tiempo para tratar estos problemas. Hay que decir también que este proceso va acompañado de estudios complementarios e interdisciplinarios, además de la medicación. Todo eso va actuando en conjunto para que el déficit se vaya corrigiendo”, concluyó Ponce de León.