21-01-2024
Con un poco más de 18.000 cassettes, un olavarriense ostenta una de las colecciones más grandes de Argentina. Su historia y los detalles de un hobbie que invita a viajar en el tiempo.
“A coleccionar fuerte arranqué hace como 20 años” cuenta Diego Javier Casas, el olavarriense de 43 años que es la envidia de todo cinéfilo. En una habitación en el fondo del terreno donde está su casa, Diego tiene bibliotecas y estantes repletos de VHS de películas, documentales y recitales. Si bien ya perdió la cuenta, son un poco más de 18.000 los cassettes que integran su colección. Además de varias cajas cerradas que le llegaron, hace algunas semanas, de distintos remates y anticuarios.
“Lo que enriquece a una colección son las cosas que no se consiguen fácilmente. Cajas inéditas, cassettes de colores y obviamente títulos de películas raros” detalla, mientras empieza a recordar sus primeros pasos en el mundo del coleccionismo.
“Hace mucho tiempo, en una época que no tenía canal, me compré un lote de películas en un remate y arranqué. A mí siempre me gustó el arte, dibujar y demás, pero lo audiovisual era una cosa en la que invertía mucho tiempo. Pasaba horas en Master Video Club eligiendo películas y hablando con gente. Soy muy apegado a ciertos formatos, conecto mucho con el VHS y me cuestan otros. De hecho el DVD, si bien tengo varios y miro, para mí no tiene alma. El VHS sí”, indicó Diego.
Sumergirse en su colección significa viajar en el tiempo. Las portadas de películas clásicas de distintas épocas son un baño de nostalgia y melancolía. Terror, acción, ciencia ficción y western encabezan los géneros del tesoro cinéfilo escondido que habita en Olavarría.
Las pilas de cassettes pasan por el cine de Fritz Lang de los años 30, el Spaghetti Western de Leone y Corbucci, películas de Bruce Lee, Charles Bronson y James Bond, los clásicos de acción y terror de los años 80, las comedias de Jim Carrey y miles de films más. Además de ediciones especiales, cine argentino, una sección de temática Nazi, films eróticos y películas desconocidas.
“Rescaté muchísimas que descartaron varios videoclubes, no solo de Olavarría, si no también de distintos lugares a los que viajé. Arranqué a moverme en los remates, con amigos y de a poco distintas personas me llamaron para regalarme películas o venderlas. Luego me metí en un grupo de Facebook, que creció mucho en pandemia, y conocí a otros como yo”, contó Diego.
“Nos informamos de ediciones o lotes nuevos que están disponibles para conseguir. Uno de los objetivos que tengo, es que las películas las pueda reproducir si tengo ganas, es por eso que tengo varias videocaseteras. Hay varios cassettes que tienen distintos formatos de visionado” puntualizó en diálogo con Verte.
Para el olavarriense las películas siempre fueron “un escape”. “Partes de las etapas de mi vida las veo reflejadas en el cine” expresó. “Creo que armé esta colección porque inconscientemente extrañaba eso que tenía el hecho de ir a alquilar una película. Ese plan de los viernes o sábados a la noche. De tomarme el tiempo de elegir qué mirar. Ahora es diferente. Vas saltando de películas en película y uno no termina de mirar nada. Yo creo que, como algo histórico, debería haber un videoclub en cada ciudad, por lo menos uno solo”, deslizó.
“Esa dinámica te enseñaba a disfrutar las películas de otra manera, a prestar atención y no caer en la ansiedad de cambiar de películas a los diez minutos. Algo que quiero rescatar con esto, es exponer que estamos perdiendo muchos momentos de disfrute real. Hoy no nos conectamos con nada ni con nadie de manera genuina. Estamos mirando algo y con el teléfono en la mano sin prestar mucha atención a nada en concreto”.
“Yo sigo mirando las películas de años atrás. Obviamente también miro cosas nuevas, pero los títulos de los años 80 y 90 son geniales. Me gustaría armar una filmoteca cuando pueda, porque además tengo aproximadamente 15.000 afiches y otros objetos”.
La colección de Diego crece constantemente y se retroalimenta de otras personas fanáticas que, al igual que él, militan por mantener vigente un formato de reproducción para muchos olvidado e inclusive, para algunas generaciones, desconocido.