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28-01-2024

Regreso a las raíces

El doctor Pedro Abbate era jefe del servicio de traumatología del Hospital. Ocho meses atrás tomó una decisión de vida: radicarse con su familia en la Sicilia para seguir ejerciendo su profesión.


La historia ancestral del doctor Pedro Abbate comenzó en Sicilia; siguió en algún momento a finales del Siglo XIX o comienzos del siglo XX en la provincia de Santa Fe, pasó por Rosario durante sus años como estudiante universitario y se instaló por casi tres lustros en Olavarría.


Respetado profesional, director del servicio de traumatología del Hospital Municipal “Dr. Héctor Cura”, con amistades y vínculos sedimentados aquí desde hace mucho tiempo, un día de 2023 junto con el resto de su familia (que completan su esposa dermatóloga Mariana y sus hijos Ignacio de 11 años y Camila de 9) contemplaron la idea de hurgar en las raíces más profundas.


Y hacia allí fueron, después de interiorizarse de la grave crisis que atraviesa el servicio de salud italiano, con carencias en casi todas las especialidades, entre ellas la suya. Ocho meses atrás Pedro llegó a Sicilia sin tener registro del punto exacto desde dónde había partido el bisnonno Abatte hacia la Argentina.



“Sabía muy poco de mis antepasados sicilianos. Nosotros venimos de una dinastía de Pedro: mi papá y mi abuelo se llamaban Pedro. Mi bisabuelo era el italiano” recordó.


El abuelo de Pedro había logrado hacerse de una muy buena posición económica en Santa Fe, que se fue consumiendo a la par de su salud por el tratamiento en los Estados Unidos de miastenia gravis, falleció muy joven, apenas atravesada la frontera de los 50 años.


Su padre se quedó sin datos porque cuando llegó el momento de preguntar por la historia familiar, el primer Pedro Abbate de la Argentina pasaba más tiempo en los Estados Unidos que en la Argentina.


El padre del doctor Pedro Abbate también falleció a una temprana edad. “Era muy poca la información que yo tenía. Sí sabía que mis antepasados eran italianos, entonces con mi vieja empezamos a investigar con este asunto de hacerse la ciudadanía italiana” contó. Al surgir la idea de seguir desarrollando su profesión en Sicilia se profundizó la curiosidad sobre sus raíces.


“Me enteré de que mi bisabuelo era de Sicilia, que había nacido en un pueblito que se llama Castelbuono y la loca historia de la vida hace que yo hoy me encuentre trabajando a 30 kilómetros de ese pueblito, donde empezó todo” reportó “tocado”.


“Es muy loco estar acá y darse cuenta de que estoy a nada de donde vivía mi bisabuelo, a quien un día se le ocurrió irse para la Argentina. A media hora de auto y es un pueblito divino, de montaña, hermoso” agregó Pedro.


Primero que todo el doctor Abbate había recalado en Mussomeli, en la provincia de Caltaniseta (en el centro de la isla) con la promesa de trabajo y se encontró con que habían llegado otros traumatólogos.


En la adaptación de Pedro y los suyos fue clave la presencia de Erica Moscatello, una argentina que vive en Mussomeli, su esposo Javier Reviculé y su hijo Fidel. “Ellos son parte de nuestra familia argentina en Italia” valoró.


Lo trataron de ubicar en otro lado y Pedro siguió con su maletín médico en Caselvetrano, en la provincia de Trapani, un poblado que vendría a estar en la parte de debajo del extremo occidental de Sicilia.


Escuchar de palabras de Pedro su “día 1” en Italia lleva inmediatamente a las imágenes del movimiento neorrealista con el compromiso social del cine italiano de los ‘40 y los ‘50.


Un médico foráneo llega a un pueblito muy chiquito de guardapolvo blanco, con su mochilita ingresa a un hospital donde no lo recibe nadie y con el departamento de traumatología cerrado.


- Io sono il dottore argentino, repetía Pedro sin eco.


Al llegar al tercer piso apareció un enfermero de nombre Stefano que algo había escuchado acerca de la llegada de un médico desde la Argentina y después de hacerse entender de algún modo lo condujo hasta una oficina, que desde ese momento fue su primer consultorio en Italia.



Eso le pasó al doctor Abbate al llegar a Castelvetrano. No está sacado de un guión llevado a la pantalla grande por Vittoria De Sica, Roberto Rossellini, Federico Fellini o Luchino Visconti. “Mire, acá hay pacientes para atender” me dijeron “y me pusieron a atender pacientes el primer día que llegué” contó casi al borde de la carcajada al recordar el momento medio año más tarde.


Pedro subestimó en los primeros meses a la Sicilia del antipasto, el primo piatto, el secondo piatto y el dolce (entrada, primer plato, segundo plato y el postre) y terminó aumentando seis kilos al cabo de unas pocas invitaciones a cenar.


“Ahora frené un poco, estoy yendo al gimnasio” admitió y para su suerte consiguió un carnicero italiano que tomó las enseñanzas de un basquetbolista argentino que se instaló en el lugar y le hace a pedido los mismos cortes que en Olavarría compraba en la carnicería del barrio.


“Por ahora sólo pude hacer las tiras de asado al horno; todavía no me animé con un asado” se reprochó.


Durante los primeros meses Pedro, su esposa y sus hijos tuvieron en Sicilia la compañía y la ayuda invalorable de su suegra: “Es una genia; nos ayudó a adaptarnos desde el primer momento, algo siempre complejo cuando uno llega a un mundo nuevo”.


Seis meses fueron hasta que salió un puesto en Cefalú, un pueblo paradisíaco, costero, que combina el turismo por esas playas tan seductoras para las y los turistas nórdicos con la riqueza de sus iglesias históricas y las ruinas de período greco - romanas.



Pedro y su familia viven a 10 cuadras de ese mar Mediterráneo tan azul, tan planchado que se parece a una laguna en el norte de Sicilia.


“Es muy loco esto, porque uno va caminando por el pueblo y de pronto se encuentra con una ruina de hace 1.500 años. El otro día fuimos a conocer las ruinas griegas de Agrigento y estamos hablando de cosas antes de Cristo. No se puede creer” exclamó desde su consultorio siciliano.


“Acá en verano salimos del trabajo y nos vamos a la playa. No importa que sean las 6 de la tarde. Nos quedamos hasta las 9 de la noche con un mar casi pileta, planchado y una temperatura espectacular” describió.


“El otro día estábamos caminando con mi esposa por un trámite en la costanera, el ‘lungomare’ que le llaman acá y era un paisaje de postal. El día divino, el sol espectacular y nosotros caminando de la mano. ¿Qué más se puede pedir?” se preguntó.


Cuando pasa el verano, para no aburrirse, tiene el centro de esquí “Piano Battaglia” a una media hora de la puerta de su casa.


En ese entorno idílico Pedro seguía teniendo su berretín: “Mi obsesión era conocer Castelbuono, pero no encontraba el momento y terminamos con la familia asentándose a unos pocos kilómetros. Ya estuve como cinco veces, vamos a comer, estamos ahí”.


“Es un pueblito de película. De hecho, me enteré ahora de que ‘Cinema Paradiso’ se filmó en Castelbuono y en Cefalú y era la película que más le gustaba a mi viejo, sin saber que se había filmado donde había nacido su abuelo y donde iba a terminar viviendo yo. Se me pone la piel de gallina al contarlo” dijo conmovido.


El doctor Pedro Abbate llegó a Sicilia como consecuencia de una convocatoria que hace Italia por profesiones que están en emergencia: “Nosotros estamos trabajando acá gracias a una ley sanitaria nacional muy fuerte. Hay ciertas especialidades más sensibles y son los profesionales que están demandando, como traumatología, anestesia, clínica, pediatría, ginecología. Dermatología, que es la profesión de mi señora, no está en esa lista”.


La razón de esta crisis sanitaria se debe a que los ingresos son muy pocos y como consecuencia también son contados los graduados cada año. En Italia los estudios universitarios son arancelados de acuerdo al ingreso familiar.


Pedro era en Olavarría el jefe del servicio de traumatología del Hospital “Dr. Héctor Cura”. No había parámetros profesionales, económicos o ambientales dentro de su área de trabajo que impulsaran este nuevo rumbo.


Todo lo contrario, según él mismo admitió: “Fue una decisión que surgió como un desafío, como una necesidad de buscar algo más”.



“Yo realmente estaba muy bien en Olavarría. Estaba muy bien allá, tenía mi casa, mis amigos del alma, un trabajo espectacular que todo el mundo querría tener, estábamos bien económicamente. Pero esto surge como un lindo desafío que nos planteó la vida, que apareció realmente de casualidad cuando vi la noticia en el celular. Lo charlamos y dijimos ¿por qué no? Y mirando nuestra historia familiar tiene algo de esto” sintetizó.


En tal sentido, Pedro recordó que nació en la provincia de Santa Fe, que a los 18 años se fue a estudiar a Rosario y nunca más volvió a su casa; que cuando tuvo que hacer la residencia en traumatología apareció una ciudad con una sonoridad vasca llamada Olavarría que no tenía idea de dónde quedaba y hacia aquí viajaron con su esposa.


“Cuando se enteraron de que nos veníamos a Sicilia nuestros amigos nos decían ‘ustedes están locos; acá tienen todo’. Olavarría nos dio todo, es una cosa muy importante en la historia de nuestra vida, pero analizando el pronóstico sobre el futuro de la Argentina nos empujó a tomar esta decisión. El solo hecho de imaginar que los chicos se pueden ir a estudiar a Buenos Aires…”, reflexionó.


Así la familia Abbate vive el día a día, como cuando decidieron venirse a Olavarría. “Por lo que estamos viendo ahora, creo que va a ser difícil volver. Hace unas dos o tres semanas que nos sentimos bien desde todo punto de vista” confesó.


“Vivimos realmente con tranquilidad, no estamos pensando en cuestiones de seguridad. La estabilidad económica permite planificar, así sea para ahorrar 100 euros por mes, porque sabemos que el año que viene esos 100 euros van a seguir siendo 100 euros, entonces se puede proyectar otras cosas y vivir sin preocupaciones” comparó sin decirlo.


Este paso en la carrera profesional de Pedro fue con la incertidumbre acerca de qué tipo de pacientes y qué vida hospitalaria se iba a encontrar en un país que se dice muy parecido a la Argentina, pero no es la Argentina.


“Lógicamente hay de todo, pero el paciente es paciente en todos lados. Lo primero que noté con mis colegas argentinos es que la gente acá está acostumbrada a un trato diferente, casi diría un maltrato del médico. Nosotros le damos un trato diferente y ellos acá lo reciben muy bien enseguida” celebró.


“La gente es igual que allá. Uno le da un poquito y después viene a charlar, a que le preste un poquito la oreja. Nosotros como que acortamos las distancias, que sobre todo los médicos italianos más grandes ponen con el paciente” observó Pedro.



“Cuando abro la puerta al paciente y le doy la mano ya veo que hacen una cara de sorpresa. El humanizar la consulta se nota enseguida y es increíble la respuesta positiva” subrayó.


Lo mismo con sus colegas. Al principio algunos quisieron chapear con el lugar de nacimiento. Ya no: “Entienden que uno viene a trabajar, que esto no es una competencia. Ven que uno hace una cirugía y quedan sorprendidos, entonces también pueden aprender cosas que nosotros traemos desde la Argentina”.


Su lugar de trabajo es un hospital público sostenido por la Fundación Giglio. “Era el hospital de Cefalú, estaba en crisis como todos los hospitales de Sicilia e hicieron un convenio con el San Rafael de Milano. Vinieron para acá, desembarcaron con sus médicos, refundaron el hospital y ahora es un hospital tremendo” señaló Pedro.


“Tiene toda la tecnología habida y por haber y está manejado por el presidente del Hospital, quien atiende la pata privada y está todo el tiempo pensando en ser el mejor hospital de la región, con la mejor tecnología. Por ejemplo el servicio de cirugía general tiene el robot que se llama ‘Da Vinci’, que permite operar desde Argentina, que se maneja a distancia con un joystick, como una Play Station” reportó.


Al respecto, acotó que “ya lo tienen como algo viejo y están viendo cómo reemplazarlo. A nosotros en el servicio de traumatología el presidente nos vino a ofrecer un robot que salió a la venta en noviembre para hacer la cirugía de prótesis de rodilla”.


“El tipo ya está pensando en sumarlo al hospital, porque su idea final -gracias a Dios para nosotros- es que el hospital se convierta en un punto de referencia en el servicio de salud de toda Italia. Que venga gente de todo el país a hacerse atender aquí” dijo.


En ese ida y vuelta con la gente y los profesionales Pedro debió asimilar cuestiones culturales que pueden llevar a la confusión.
 

“Somos muy tanos, somos muy iguales, aunque hay muchas cosas en las que no. El idioma es un tema importante, pero no tanto para comunicarse. Lo que nosotros vemos es que en realidad nos falta la identidad, la forma de ser, de expresarse. Yo puedo hablar, me puedo hacer entender con alguien, le puedo explicar perfectamente bien al paciente su patología, pero es tan difícil encontrar las palabras justas para expresar un sentimiento que al cabo del tiempo esa realidad termina pegándote un cachetazo” sintetizó de estos primeros pasos en su vivencia italiana.


“Yo les digo a mis compañeros que este tipo que conocen aún no soy yo. A mí me gusta joder, pavear mientras estamos trabajando, hacer chistes y no lo puedo hacer” lamentó Pedro. El siciliano habla en un tono subido constantemente, sin que eso signifique irascibilidad, ni una agresión verbal. Cosa no siempre fácil de asimilar.


“Acá en Sicilia pasa que todos gritan. Como en las películas, ni más ni menos, y uno por ahí se encuentra con dos personas que se están gritando y se pone mal pensando que se van a agarrar a las trompadas y terminan riéndose y abrazándose. Por ahí viene un paciente medio enojado, a los gritos y uno se pone a la defensiva casi preparando el puño y el tipo no estaba hablando tan mal como uno creía. Hay que adecuarse a otra cultura, a otra forma de ser y es recontra difícil” marcó.


La parte médica fue más sencilla, aunque parezca contradictorio. “No es tan difícil; la medicina tiene un idioma universal. Obviamente hay cosas que uno va aprendiendo todos los días, porque hasta las partes del cuerpo se llaman diferentes. Gracias a Dios esa parte fue rápido” valoró.


“Además el paciente quiere entender, entonces pone todo el empeño y entiende perfectamente bien todo lo que le estoy diciendo, así use un tiempo verbal que no corresponde, o una palabra equivocada” sumó.


“El italiano es un idioma amigable hasta que te empiezan a hablar en siciliano y ahí se pudre todo, sobre todo los más grandes. Es imposible entenderles” bromeó.


A Pedro le gusta el fútbol y verificó que en toda Sicilia Lautaro Martínez es Gardel; que los hinchas reparten sus simpatías entre el Inter (en primer lugar), Juventus y Milan; que es mentira ese verso argentino de que todos los sureños son hinchas del Nápoli.


Anticipó que está esperando el momento de hacer esos 40 kilómetros en autopista para ir ver al Palermo (ahora en manos del City Group), que está peleando por el ascenso a la Serie “A” después de haber desaparecido literalmente del fútbol italiano.


La charla con Pedro fue larga a través del Whatsapp y podría haber sido mucho más larga aún, porque no paraba de contar vivencias minuto tras minuto.


Entonces llegaron los recuerdos que lo trasladaron imaginariamente a Olavarría: “Lo que no puedo dejar de decir es que se extraña todo de allá. La familia, los amigos de Olavarría, el trabajo en el ‘Hospi’, esa puertita de la calle Rivadavia que pasé todos los días durante 14 años”.


Expresó su agradecimiento a los amigos, a Margarita Capri, la profe que lo introdujo en el idioma para que no viajara tan “verde” hacia Italia, un agradecimiento personal al ex intendente Galli y el recuerdo permanente para con el doctor Germán Caputo: “Se lo he dicho en privado y ahora lo hago público. Todas las herramientas que tuve para encarar todo esto se las debo sobre todo a él, que fue quien me enseñó, me dio todo”.


“A Olavarría yo le tengo que agradecer muchísimo, porque fue lo que nos dio la posibilidad de estar acá” cerró.

 

 

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