07-02-2024
De origen asiático fueron introducidas en el centro del país y han colonizado arroyos y lagunas de Olavarría. ¿Son dañinas para el ecosistema? ¿Qué pasa con las poblaciones de las especies nativas?
Cada vez se torna más habitual la aparición en los cursos de agua del partido de Olavarría de ejemplares de carpas que llegan a pesar hasta cerca de 20 kilos, lo que constituye una rareza en una zona donde históricamente los ejemplares de las distintas especies autóctonas rara vez trascendía el 10 por ciento de ese peso.
La carpa no es una especie autóctona, ni siquiera tiene sus orígenes en el continente americano, desde Alaska a Tierra del Fuego. Fue introducida por el hombre en todos los continentes, a excepción de la Antártida.
La Carpa común tiene origen en los continentes europeo y asiático. Es uno de los peces de agua dulce más resistentes y que mejor se adapta al lugar en el que habita, es por esto que ha conseguido conquistar prácticamente todos los rincones del planeta.
Pese a que aparece en la lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, en Olavarría la carpa tiene defensores y detractores.
Desde quienes sostienen que no implican ningún riesgo para las especies autóctonas hasta los que la acusan de estar diezmando las poblaciones de bagres, tarariras, chanchitas, dientudos, pejerreyes y todo lo que se conocía por estos lares hasta hace tres o cuatro décadas.
Fabian Grosman, docente de la Facultad de Ciencias Veterinarias Unicen, es una autoridad en el tema.
Licenciado en Biología de la Universidad de La Plata y Magister en gestión ambiental de la Universidad de Mar del Plata, su especialidad son los ambientes acuáticos continentales, con trabajos sobre la evaluación de su calidad, diagnósticos de situación con énfasis en la comunidad de peces y en particular con pejerrey y la gestión y el manejo de pesquerías recreativas pampásicas.
“Las carpas son especies exóticas y ahí tenemos que meter a todos los salmónidos que están en Patagonia, en Córdoba y en el norte argentino, que tienen mucha mejor prensa que las carpas. Todo tiene que ver con los ojos que se miran” empezó diciendo.
Grosman recalcó que, como toda especie exótica, las carpas van a generar algún tipo de disturbio en el ecosistema. “En el caso puntual de las carpas, fueron introducidas con fines recreativos. Primero en los embalses del centro y norte del país y a partir de la inundación del 80 proliferaron en la región pampeana y hoy en día tenemos muy pocos cursos de agua del río Negro hacia el norte sin carpas” explicó.
En cuanto a las razones, el científico lo adjudicó a “que las especies exóticas introducidas por el hombre, y tenemos que hacernos cargo porque no vinieron volando desde Asia, son rústicas, con una alta tasa de fertilidad, no tienen predadores naturales, son resistentes distintos tipos de enfermedades, distintos grados de salinidad, distintas temperaturas y en general se alimentan tanto en la relación superficie - agua como agua - sedimento”.
Grosman calificó a la carpa como una “plaga - recurso” lo cual significa que “es imposible erradicar las carpas para volver a un ambiente natural como era antes en la región pampeana, con la cantidad de arroyos y lagunas que tenemos y principalmente con esta serie se secas e inundaciones alternadas que se vienen mencionando desde Ameghino”.
Reconoció, el investigador, adeptos y detractores de esta especie. “Hay gente apasionada de la pesca de carpas, tienen técnicas particulares y vuelven a liberar. Simplemente disfrutan del placer de pescarlas, pesarlas y devolverlas al agua” reportó.
“La otra mitad de la biblioteca genera una mirada negativa, porque están provocando algún tipo de disturbio a nivel ecosistémico; principalmente ese hábito de remover sedimento que produce un incremento en la turbidez de las aguas. Eso aumenta la temperatura, aquellos peces que son carnívoros visuales tienen disminuida la posibilidad de identificar a sus presas y como toda especie exótica genera una serie de modificaciones en el ambiente totalmente irreversibles” reflexionó.
Frente a lo irreversible, Grosman pidió una pesca consciente: “Por respeto a la vida. Uno camina a la vera de los cursos de agua y lamentablemente ve carpas muertas producto de la pesca recreativa deportiva. Eso de deportivo no tiene nada”.
“Es comida, es proteína animal de excelente calidad. El pescado no tiene la culpa de ser una carpa para dejarlo morir en el ambiente” repudió.
En ese sentido, recordó que a principios de los 80 era habitual encontrar en las orillas de los arroyos o lagunas pilas de carpas muertas. “Después le empezaron a tomar el gusto de cómo hacer para adobarlas, para desangrarlas y consumirlas. De hecho, la carpa es la principal especie que se cultiva a nivel mundial a nivel de piscicultura por la rusticidad y por la buena proteína animal que genera” destacó.
“Es totalmente comestible, tiene unas espinas que dificultan nuestro paladar argentino que prefiere el pescado sin espina. Es más, comemos filet de merluza, sin embargo la carpa es el pescado de agua dulce que más se consume a nivel mundial y acá en la Argentina también se lo está consumiendo. Es más, en algún momento hubo pesca comercial con exportación” insistió.
De la irrupción y la proliferación de las carpas devenga la inquietud sobre la suerte que están corriendo de las poblaciones de las especies nativas.
“Lo primero que hay que decir que el culpable de las modificaciones no es la carpa, sino el ser humano que la trajo. La gran macana es que poseemos muy pocos registros sobre la cuantificación de bagres, tarariras, mojarras, dientudos, viejas de agua, anguilas que había. Por lo tanto, no podemos adjudicarles el impacto que tenemos” advirtió Grosman.
“Si se sabe que si encuentra un desove se lo va a comer, y en ese caso está haciendo algo análogo a lo que hacen los bagres en alguna laguna con el desove del pejerrey. Lo que ha generado es una competencia por espacio: donde están las carpas dando vueltas, y generalmente andan acardumadas, es muy difícil sacar otras especies” sostuvo.
El docente se refirió a las grandes migraciones de esta especie, que se las puede ver en el Río de la Plata, en el Río Salado, en la laguna de Lobos. “De las pocas especies de marcaciones que se han realizado en el Río de La Plata, por esa tolerancia a la salinidad han logrado salir del estuario e ingresar a la Provincia por los arroyos que desembocan en la Bahía de Samborombón” expresó.
En el Río de la Plata las carpas han encontrado condiciones óptimas para establecerse, incluso desplazando a especies autóctonas como los sábalos y otras parecidas.
Aguas arriba, en el Río Paraná se las ha tenido que ver con “peces gordos”, en lo literal y lo metafórico.
“Allí se ha encontrado con una gran diversidad de peces y cuanto mayor es la diversidad, mayor es la resistencia que ofrecen a las especies invasoras. Es como que todos los nichos ecológicos están ocupados, entonces es complejo que una especie ingrese y desplace a otra. Ahí es donde aparece la resistencia o resiliencia de los sistemas naturales para poder sostener un estado de equilibrio natural” marcó.
“Ese equilibrio natural siempre es inestable, en la lucha constante por alimento, por espacio, por sobrevivir. En el Paraná las especies nativas le presentan mucha más resistencia, hay muchísimas más especies que en los ríos y arroyos pampeanos, donde no se superan las veinticinco o treinta especies” cerró Grosman.