14-04-2024
La institución de formación secundaria fue fundada en 1964. El equipo directivo actual coincide que en materia educativa, hay una etapa antes y otra después de la pandemia.
El Instituto José Manuel Estrada cumple 60 años y desarrolla una serie de actividades a lo largo del año para celebrar este acontecimiento. Enclavado en el barrio San Vicente, pegado a la parroquia, lleva décadas formando generaciones de jóvenes.
El actual equipo directivo está formado por Ana Clara Vernier, Laura Iturralde y Martín Saavedra. En diálogo con Verte repasan las actividades previstas para este año de celebración y se toman un tiempo para hablar del quehacer diario en la escuela.
Albergan el nivel secundario, de primero a sexto y dos divisiones de cada uno. Desde cuarto año tienen orientación en Ciencias Sociales y en Economía y Administración. “En cuarto, quinto y sexto nos focalizamos en proyectos a través de los cuales puedan vivenciar la orientación que elijan. Se hacen proyectos que puedan llevar a la práctica, y se trabaja en grupos pequeños en los que puedan sumarse ambas orientaciones”, explica Ana.
Añade que este año además son los organizadores del encuentro deportivo de colegios privados. Esa instancia comienza el 30 de mayo y se practican dos disciplinas antes del receso, y dos luego. La matrícula actual de la escuela es de 310 estudiantes y su formación incluye educación religiosa. Tienen propuestas de convivencia de primero a sexto, con la idea de socializar, generar vínculos y cultivar la empatía.
La directora indica que las propuestas convivenciales se hacen fundamentalmente en primer año y en cuarto, para que todos se conozcan y comiencen a forjar vínculos y tener esa posibilidad de encontrarse en el grupo.
Ana Clara y Laura forman parte del equipo directivo desde 2011 y en 2017 se sumó Martín Saavedra. Suman varios años a cargo de la institución y son coincidentes en algo: la pandemia fue un antes y un después.
“La pandemia afectó mucho y recién ahora es como que estamos volviendo a ser algo de lo que éramos antes. Implicó muchos desafíos desde lo vincular, lo pedagógico. Me refiero a todo, ya que costó rearmarnos”, sintetiza Ana Clara.
A su turno, Laura repasa: “Si hacemos una autoevaluación, podemos decir que trabajamos bien, ya que desde antes se había comenzado a trabajar con el almacenamiento en la nube y pudimos llevarlo a cabo y avanzar con lo tecnológico. Creo que pudimos mantener esa relación con las familias, que hasta el día de hoy es a través del grupo de whatsapp”.
Martín acota que eso fue una fortaleza porque el vínculo con las familias y los chicos nunca se cortó.
Ana retoma: “el año 2021 también fue complicado, las burbujas, el miedo al contagio, estar atento a los síntomas. Como institución, también fue difícil”. Ana relata que tenían armado un proyecto de vida en la naturaleza que comprende desde primero a sexto y todo ese proyecto costó ponerlo en funcionamiento otra vez.
Laura recuerda que “costó sacarse el barbijo” y que “hubo chicos a los que le conocimos la cara mucho tiempo después. Conocíamos una mirada nomás”.
¿Hoy se mantiene la virtualidad para algunos usos? “Sí, los días que se suspendieron las clases por cuestiones climáticas, seguimos con comisiones evaluadoras on line, por ejemplo”, destaca Ana Clara. Explican que también se usa en el caso de operaciones, o viajes, ya que se trata de mantener el contacto y generar la posibilidad que manden trabajos y deberes. “La pandemia nos permitió desarrollar esas habilidades” destaca Martín.
“Algo que tenemos como fortaleza creo que es la parte del acercamiento, nos dedicamos al acompañamiento de las trayectorias de los chicos, de ver qué les pasa, de estar y aunque sea algo mínimo, poder estar presentes y creo que en la pandemia lo fortalecimos”, desarrolla Ana. “Los chicos están acá un montón de horas en nuestra institución, si vienen y traen algún problema, lo escuchamos, tratamos de acompañarlos”.
“La adolescencia está en un período muy complicado, con un montón de cuestiones y a ellos les costó un montón salir, encontrarse con el otro y fue muy necesario el trabajo con las convivencias, por ejemplo. Era preciso encontrarse desde otro lugar”, acota.
¿Qué pasa con los chicos del último año respecto de sus expectativas? Hay un proyecto de acompañamiento para que puedan elegir la carrera universitaria o terciaria para el año próximo. Mantienen contacto con las facultades de Azul, Olavarría y Tandil. Justamente en mayo van a recorrer la facultad de Tandil, y también participan de la jornada “Dos días en tu futuro”.
Ana recuerda que “antes de la pandemia teníamos las pasantías y la idea es poder volver a hacerlo, eran una especie de prácticas profesionales, eran dos horas, dos veces por semana, dos meses a una veterinaria, o las chicas que querían estudiar docencia, venían al jardín”.
“Tenemos chicos de intercambio cultural, trabajamos con los que vienen al país y con los que se van, para asegurarles continuidad en su desempeño. Tenemos el trabajo con inclusión, lo vincular es una fortaleza que tenemos y queremos mantener. Consideramos que si uno está bien donde estudia, los resultados son mejores”, resume Ana.
Martín cuenta que distintos profesores le suelen decir que los chicos de Estrada son buenos, que se puede trabajar bien con ellos, son sencillos y humildes. “Tenemos una linda comunidad. Posiblemente también sea porque vienen de tarde, el turno tarde ayuda para eso”.
Ana señala que los chicos reconocen el acompañamiento, desde pequeñas cosas lo hacen. No es fácil ser adolescente hoy, siempre les decimos a los padres en primer año: “no los dejen solos”. Muchas veces pareciera que como comenzaron la secundaria ya no nos necesitan pero no es así, “es cuando más los necesitan”, acota.
“Hay tiempo para largarlos, pero el primer año no es el indicado”, dice Martín. “Necesitan que uno les hable, les explique y los ayude a organizarse. El acompañamiento tiene que estar siempre, la familia es fundamental en el crecimiento de los chicos”.
En relación a las acciones previstas para el año, la propuesta es hacer distintas actividades antes y después de las vacaciones para celebrar los 60 años. Antes se hará una clínica de vóley junto al Club Racing y de primero a sexto se darán clases para incentivar la participación en el deporte. Junto al gimnasio One también se darán charlas sobre actividad física y para el segundo cuatrimestre se está programando un evento de vida en la naturaleza.
También se programa la misa de acción de gracias y charlas para las familias con distintos profesionales. Y para finalizar el año también están programando un proyecto en torno al medio ambiente.
Un poco de historia
Comenzaba la década de 1960, Olavarría integraba un llamado “Polo de desarrollo” y las condiciones socioeconómicas vaticinaban tiempos de prosperidad para toda la región.
En ese marco, un grupo de vecinos creyó oportuno brindar continuidad educativa a los estudiantes de la escuela primaria, se trataba de la creación de un Instituto Privado Secundario, con el título de Perito Mercantil.
La iniciativa prosperó rápidamente de la mano del Presbítero Bartolomé Peri, párroco de la capilla del barrio, junto a otras voces como Neil Vazquez, Lía Mieri, María del Carmen Lucini, Teresa Bodini y el Ingeniero Capitanich.
Familias enteras atraídas por el proyecto educativo se sumaron y pusieron manos a la obra para levantar el primer edificio de la esquina de Buchardo y 58. En junio de 1961, se dio el paso inicial con la colocación de la piedra fundamental.
Los años sucesivos fueron de mucho esfuerzo y dedicación, con innumerables actividades para recaudar fondos para “la escuelita”. El 10 de marzo de 1964 abrió sus puertas el Instituto Privado José Manuel Estrada, y comenzó a funcionar en el edificio propio el 25 de abril de ese año. Hasta entonces las clases se dictaban en la parroquia San Vicente. En momentos de la inauguración del edificio, Carlos Portarrieu era el intendente de Olavarría y Monseñor Manuel Marengo el Obispo de la diócesis de Azul.
En una breve entrevista publicada en diciembre de 1968, el cura párroco de San Vicente y rector del colegio Bartolomé Peri, señalaba los fines que se persiguen en el establecimiento: “nosotros no buscamos que los alumnos posean un título para que se enriquezcan monetariamente. Lo que queremos es enriquecer espiritualmente a los jóvenes para romper el individualismo, formando en ellos la idea de comunidad; que a través del sentido evangélico que se imprime a la formación, ellos descubran que todos los hombres son sus hermanos”.
Agradecemos especialmente la colaboración de Marcos Rodriguez (@olavarria_del_ayer) para acceder a este testimonio publicado en el diario “El Popular”.