28-04-2024
Diego Lurbe es el director de la Orquesta Sinfónica Municipal y desde 2019 está a cargo del Conservatorio de Música. Sus primeros años de estudio, sus maestros y su actualidad.
Diego Lurbe tomó la posta del maestro Mario Patané en la dirección de la Orquesta Sinfónica Municipal, allá por el año 2000. Dice que la primera vez que le tocó ese rol sintió “pánico escénico” pero entendió que era lo que quería, lo que más quería. Desde entonces, en cada presentación de la OSMO, es el que lleva la batuta y, ahora además, se toma un tiempo para contar datos de las obras elegidas y poner en contexto al compositor, logrando, así, sembrar y volver a cautivar a esa audiencia que ante cada cita colma el teatro para escuchar a los músicos.
“No hace mucho que lo hago, o no lo hago todos los conciertos, antes había un locutor, era más formal, esto desacartona un poco la orquesta, inclusive hay músicos que no conocen el detalle de una obra o no saben determinada cosa de la composición y son datos que se transmiten en el escenario y que a los músicos que tocan también les aportan”, dice Lurbe en diálogo con Verte.
“Lo que uno intenta hacer cuando se arma la programación de la Orquesta es que cada concierto tenga una cierta curaduría, como se hace en las salas de arte. Se trata de buscar una corriente, como puede ser el romanticismo, el nacionalismo, el clasicismo, y hacer desde allí la programación, aunque eso no se cuente”, explica.
“Se aprende con el tiempo, al menos yo lo aprendí con el tiempo, antes no lo pensaba tanto e iba más por la obra en particular y hoy voy por el contexto. Hay un todo, por ejemplo en el concierto último interpretamos a Dvorak y Beethoven, y por más que no fueran coterráneos, tienen el simbolismo de hacer una música que era folclórica en su país. Eso le da un hilo conductor al programa, son dos compositores que se ponen a hablar a partir de puntos comunes, que puede ser la melodía, la armonía, el ritmo, lo que fuere, o puede ser que el punto en común esté en su vida privada, y entonces hay varios disparadores para poder programar”, detalla.
-¿Desde hace cuánto tiempo estás como director de la Sinfónica? ¿Antes formabas parte como músico?
-Ingresé como fagotista en 1993 y alrededor del 2000, cuando el maestro Patané tuvo problemas de salud, comencé como director. Tenía pánico escénico, 5 minutos antes todos eran compañeros de atril y, de repente, yo pasaba a ser el director.
Venía con mucha inercia, mi papá me hizo dirigir desde los 11 años pero pararse a dirigir una orquesta era otra cosa. Tenía cosas resueltas de caradura, dirigía la banda de mi papá y supongo que la gente me daba bolilla porque era su banda. Todo esto fue en Coronel Suárez. Mi papá en 1978 fue como director y formó la banda infantil, que sigue siendo hasta el día de hoy un semillero de la mayor, viajé durante 31 años, fui músico y director.
Mi papá también creó la banda mayor de Olavarría y fui director con él y alrededor del año 2000 el maestro Mario Patané me nombró director asistente y en 2006 quedé como director titular. Es una orquesta muy familiar, muy casera, estas cosas en otras orquestas son por concurso, se deciden de otra manera. Aquí vamos tomando la posta de los maestros que fueron haciendo las grandes cosas. El maestro Patané fue un hacedor, continuó y mejoró lo que es hoy el Conservatorio de Música, creó la Orquesta Sinfónica, tuvo una de las primeras casas de música de Olavarría, un hacedor serial.
-En todo este trayecto, además, estudiaste música.
-Hice el estudio formal, fui a Buenos Aires al Conservatorio Nacional López Buchardo, me recibí de profesor y estudié fagot. Yo me veía como instrumentista, no como director. Tuve una secundaria desastrosa, me llevé todas las materias, todos los años y allá fui medalla de honor. Lo mío era eso.
Y después que el maestro Patané me prestara la batuta, decidí formalizar el estudio de dirección, yo era director por ser músico y aprendí a mover el palito porque mi papá me dijo cómo se movía. Hice cursos y di con un gran director argentino, que estuvo exiliado en Rusia y luego regresó al país, y lo pude conocer en un curso en Bahía Blanca y me formé a su lado. Él había hecho la carrera de dirección en Rusia y me ordenó muchos conocimientos que tenía desordenados.
La primera vez que dirigí la Sinfónica entendí que ese era mi lugar, no había otro. En el resto de los lugares, siento que voy por la vida “prestado”. Cuando tenés la posibilidad de pararte delante de una orquesta sinfónica con 60, 70, 80 hasta 100 músicos, y sentir que la música la tocan para uno, es un camino de ida.
- Contame sobre la orquesta en la actualidad. Hay músicos locales y otros que viajan para las presentaciones.
-Desde 1993 cuando se refundó, comenzaron a venir músicos de algunas especialidades instrumentales que no hay en Olavarría y también para conformar y hacer masa, porque no había tantos músicos en la Ciudad. Siempre nos nutrimos de esa fusión.
Desde hace varios años, tal vez 15, tenemos ese formato que somos la mitad de músicos de Olavarría en 2019 y el resto viene de Buenos Aires, La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca. Hacíamos 9 conciertos por año y se hacían con los locales y los foráneos, siempre éramos los 80.
La orquesta sigue en ese formato pero después de la pandemia, empezamos a hacer producciones con menos gente. Fundamentalmente desde 2022 hacemos una temporada de 12 conciertos en vez de 9, de los cuales 4 son con la OSMO ampliada y el resto son solos. Es complejo, porque no hay cosas escritas originalmente para esta formación, es como un gran ensamble, para ser una sinfónica faltan los cornos, los trombones, la tuba y otros instrumentos para hacer un repertorio hasta el romanticismo, hasta el siglo XX.
Tenemos un arreglador musical en la orquesta que hace todas adaptaciones para tocar e incursionamos mucho en el género popular en general, los Beatles, el tango, folclore, es decir, nos vamos por otro camino. Y generalmente, tocamos con otros.
Hay un compromiso del gobierno actual de ir recuperando los conciertos que teníamos con la OSMO ampliada. Tenemos también el desafío de salir del Teatro, este año fuimos a Loma Negra, fue maravilloso, vamos a ir a Sierras Bayas, y nunca hemos ido a Espigas, Recalde, así que quizás el año que viene podamos ir. Olavarría es muy grande, tiene 18 localidades en el Partido y es un lindo desafío poder llegar a todos esos lugares.
-Me decías que tu papá te transmitió su amor por la música, y vos, a su vez, lo transmitiste a alguno de tus hijos?
-Creo que es todo pasional, mi papá me transmitió su pasión por la música pero mi mamá tiene más dotes musicales y ella es enfermera. Es más, cuando fui a estudiar me dijo que estudiara algo de salud, más allá de la música. No veía que tuviera mucha pasta.
Con mi esposa dejamos que cada cual eligiera, y Ezequiel salió músico, es mi hijo mayor, toca el clarinete en la banda sinfónica de Mar del Plata. Él a los 13 años decidió estudiar formalmente música, se buscó un profesor, fue a Mar del Plata, después a Buenos Aires, e hizo su carrera. Llegamos a tocar los 3 con papá, mi hijo y yo cuando Ezequiel era muy chiquito.
-Acá en el Conservatorio estás como director. ¿Cómo ves la formación actual, sigue habiendo interés en formarse en la música?
-Sí, estoy desde 2019 pero pronto me jubilo. Estoy culminando mi tarea docente, si bien nunca me había visto como tal. Somos un Conservatorio muy particular porque creo que se pudo ir hacia una tendencia que abandonara el eurocentrismo.
Hay contenido de música folclórica, argentina, latinoamericana y ha sido pionero en transitar un camino donde convive la música clásica con la que resulta más cercana a nosotros.
Cuando nos juntamos con otros conservatorios nos dicen: “ah, pero ustedes hacen música popular”. Sí, felizmente. Y tenemos profesores que se han formado desde ese lugar, algunos desde el academicismo puro y otros más con la música popular, y la verdad que la música termina siendo una sola.
Siempre le decimos a nuestros estudiantes que el Conservatorio es un “empezar”. Cuando era joven me pasaba lo mismo, que terminaba y pensaba “llegué” y no, es “empecé”. Ahí recién empezás y estudias toda la vida.
Cuando un alumno rinde un examen, por más que toque una chacarera, una baguala, una sonata, tuvo que aprender un montón de contenidos para que eso suene a lo que tiene que sonar, hizo la transformación correcta de saberes y lo pudo plasmar en un concierto, toque lo que toque.
Pienso que tiene que ver con mi formación, en aquellos viajes a Suarez que te contaba, había pilas de casettes, y pasaba de todo: Ray Conniff, tango, folclore, marchas militares, un pasodoble, me nutrí de todo.
- Te vi en la movilización por la universidad pública, por qué te pareció que tenías que estar.
-Me parece que era importante como ciudadano, como docente y como una persona que transitó por la educación pública. Pienso que hay que manifestarse en conjunto socialmente para que las personas que tienen que tomar decisiones, vean que hay cosas en las que no se cede.
La marcha arrancó en el Centro Cultural Universitario y en ese momento no había tanta gente como me hubiese gustado y cuando pasamos el puente de Coronel Suárez pensé: “ah, ahora sí”. Me quedé tranquilo porque Olavarría respondió y nos unimos en una causa que atraviesa a todos.