01-05-2025
Es recicladora urbana. Cartonera. Emprendedora. Mamá. Recorre la Ciudad y reúne materiales que lleva a la Cooperativa “Viento en Contra”. “A veces no tomo dimensión de todo lo que pude lograr".
-Especial Día del Trabajo-
Laura Banega es una de las recicladoras urbanas que recorre Olavarría cuando cae el sol, rescatando aquello que se desecha en los domicilios.
Hace 5 años que hace este trabajo a bordo de una moto que tracciona un carrito donde va depositando los materiales recolectados. La acompañan dos muñecos, una brujita y una especie de duende que van sentados en un cajón.
Tiene 42 años y pasó por distintas actividades hasta que debió apelar al recurso de salir a juntar residuos para sobrevivir.
“Empecé con esto de manera temporaria. Como todos, pensé que había formado una familia para toda la vida y no fue así. Me quedé con cuatro chicos muy chiquitos, la más pequeña tenía meses y la otra tenía un año y dos varones, uno de 7 y uno de 10 u 11 años”, relató.
“Tenía una amiga que hacía esto y estaba acostumbrada a salir y encontrarse con un montón de cosas. Y un día me dijo si queríamos salir y le dije que me daba vergüenza. Toda la vida había tenido otros trabajos, por ejemplo en una fábrica de costura, lo que sería un trabajo más tradicional. Como a mí me daba vergüenza decidimos salir de noche, lo hicimos varias veces y nos encontramos un montón de cosas”.
“Juntábamos lo que desechaba gente, lo que sacaban a la vereda. Nos dábamos una vuelta en el centro que era lo más común. Después mi papá me consiguió una “zanellita” y empecé a salir con las nenas, ya eran un poco más grandes. Habíamos pasado situaciones de mucha necesidad, pero mis compañeras fueron ellas, a una la llevaba en el carrito y a otra en la moto”.
“Para ellas creo que era como un juego, no tenían esa sensación de vergüenza. Juntábamos cartones y latitas, que es lo que más se vendía luego. Igual todavía yo no entendía muy bien cómo era el tema del reciclado”.
“Después tuve otro trabajo, en una empresa que alquila baños químicos. Y cuando hice el recorrido, un día, terminé en la cooperativa de los cartoneros. No la conocía, a pesar de que estaba a pocas cuadras de mi casa”, mencionó Laura.
Averiguó de qué se trataba y preguntó si podía sumarse a trabajar. “‘Saquito’ -un reciclador que falleció el año pasado- siempre fue bondadoso y me permitió comenzar a trabajar en la Cooperativa ‘Viento en Contra’” recordó.
Correr los límites
“Y lo empecé a tomar como un trabajo normal para mí y dejé el otro trabajo que tenía. A veces no alcanzo a dimensionar la cantidad de cosas que conseguí”, dijo y continuó: “Cuando estás con una pareja que te limita lo primero que te dice es ‘vos sin mí no vas a hacer nada’”.
“En otro momento pasé situaciones terribles e incluso de discriminación hacia mis hijas”, remarcó.
Laura se remontó unos cuántos años atrás, después de la fiesta “Un aplauso al asador”, organizada por el Municipio de Olavarría. “Yo había ido con la señora que tiene el negocio de los baños químicos, ella me contrataba para limpiarlos y mantenerlos. Luego de hacer esa tarea, me puse con mi hija a juntar la basura que la gente dejaba tirada, que estaba toda desparramada”.
“Vino uno de la organización del evento, que trabajaba en el gobierno de ese entonces y me dijo que yo no podía hacer eso. ‘Estoy trabajando’, le dije, ‘vos no tenés ni idea de lo que es mi trabajo’. Me repitió que me tenía que ir y no le di mayor importancia. Al rato me rodearon entre varios y me dijeron que debía salir del predio directamente y que podía ir a buscar todo a un contenedor. Ese día me hicieron sentir la peor persona del mundo”, recordó.
El trabajo en la cooperativa le fue marcando un camino en la recolección y en el mundo del reciclado de materiales. Ya no eran sólo los cartones y las latas sino también el papel blanco, que se separa. También los diarios y revistas que son considerados papel de segunda. Y las botellas que tienen otro valor.
Cuenta que hace 5 años que forma parte de ese colectivo de personas que viven del reciclado. Un día en su vida comienza a la mañana cuando va a la sede desde las 8 hasta las 15, después vuelve a su casa y a la tardecita sale a recorrer la Ciudad, principalmente el centro, para juntar los residuos.
Una de sus hijas tiene 13 años y la otra 15. Cuenta que toman el trabajo de su mamá como uno más, pero no siempre fue así. “Ellas sufrieron discriminación en la escuela. Mi nena quería una bicicleta nueva, de esas rodado 29 que se usan ahora. Se la pude comprar en cuotas y le contó a los compañeritos. No le creyeron, le dijeron que su mamá no le podía comprar nada porque era cartonera”.
“Le comenté a la directora de la escuela en ese momento y me citó para que le explicara a los nenes lo que era el reciclado y que era un trabajo como cualquier otro. Me sentí muy acompañada”, resumió.
Laura piensa que hoy se reconoce más el trabajo y que antes no era tan visible. Se está extendiendo la costumbre de separar los residuos y se va adaptando todo para que se pueda recuperar parte de lo que se desecha cada día en los hogares.
Sobre las historias de cada uno de los trabajadores que llega a la Cooperativa, Laura no duda. “La mayoría casi llegamos rotos, como quien dice, y muchos tenemos carácter fuerte por las mismas situaciones que hemos vivido, hay muchas mamás dentro de la cooperativa y todos necesitan salir adelante y tener su lugar”.