21-05-2025
Gabriel Senzacqua, Adrián Rodas, Carlitos Tavare, Roberto Tucker, Fran Ocaña, Ramón Casale y Pablo Ponce recordaron lo vivido dos décadas atrás en Pergamino.
Todos ellos estuvieron aquella tarde del 21 de mayo de 2005 en la cancha del estadio “Fernando Bello” de Argentino de Pergamino: Gabriel Senzacqua, Adrián Rodas, Carlitos Tavare, Roberto Tucker, Fran Ocaña, Ramón Casale y Pablo Ponce.
Uno se había sumado apenas 6 meses antes desde Bahía Blanca para hacerse cargo del arco y no se fue más; otro había desembarcado en el inicio del sueño con su zurda exquisita desde Azul y se convirtió en un olavarriense más; un tercero se había anticipado a ambos siendo un adolescente para cambiar por siempre Morón por Olavarría.
Después los de acá: el defensor prometedor sumado desde El Fortín para convertirse en un símbolo de los mejores tiempos de Racing; el arquerito que asomaba en Ferro y acudió a la convocatoria de Hugo Tenaglia; un laburante de la mitad de la cancha surgido de las entrañas del club y el máximo símbolo que ha vestido la camiseta de Racing en toda su historia.
Desde aquella tarde el tiempo fue pasando a una velocidad incomprensible, pero las imágenes, los recuerdos, las emociones afloran como si el partido con Juventud y el “ascenso en Pergamino” (tal cual canta la hinchada) hubiese acontecido el domingo pasado.
El primer testimonio fue del capitán Pablo Ponce y entre lo que rescató de su memoria apareció el machetazo de un policía en los disturbios del post partido, que dejó su espalda marcada con una banda roja como la camiseta de River.
“Fue porque salí a defender al finadito De Luca (Domingo, el utilero) cuando la barra de ellos se quiso meter en el vestuario. Nosotros estábamos en la cancha y tuvimos que correr para protegerlos”, recordó.
Ocurrió en medio de la locura desatada cuando los hinchas y los jugadores locales se metieron en medio de los festejos para impedir la celebración del ascenso.
Aquella marca no alcanzó a ser ni una mancha entre tantos recuerdos.
“Conservo muchas cosas lindas de ese campeonato. Estaba en el final de mi carrera, a punto de dejar el fútbol. Mucha emoción y una alegría muy grande. Yo nací acá, jugué acá y ascender en este club, que es el más grande que hay, fue algo hermoso. Ese día a Pergamino fue mi familia, la gente que copó la cancha… Además, era el día de mi cumpleaños, así que se dio todo” confesó Pablo.
“Lo de la vuelta, el recibimiento en Olavarría, cómo nos estaban esperando fue algo que nunca vi en mi vida” añadió.
Roberto Tucker se había perdido la mayor parte de los playoffs, incluido el partido de ida con Juventud, por un esguince de tobillo en un amistoso de preparación con la reserva de Boca en el Parque Olavarría.
Tenaglia lo sacó -después de mucho misterio en la semana previa- para el día decisivo. “Me hicieron un buen estribo y salí a la cancha con la pierna bien hinchada” contó.
“Fuimos con una ventaja importante por el 3-1 en la ida, pero se jugó en una cancha chica, con un piso muy malo y salió un partido cerrado. Teníamos que saber administrar la ventaja y nosotros contábamos con jugadores de mucha experiencia para hacerlo y ayudarnos a nosotros, los más jóvenes” remarcó Roberto.
El sendero hacia la final había sido complejo: “Las veces que tuvimos que viajar a Comodoro y a Río Gallegos llegábamos acá a las 4 de la mañana y salíamos a correr al parque para aflojar las piernas. Los viajes largos en micro, la unión, el compañerismo son recuerdos lindos que quedan, más allá de los partidos, porque fueron los que nos hicieron fuertes como grupo para lograr ese ascenso”.
Gabriel Senzacqua había arribado a mitad de campeonato, tras ser considerado el mejor arquero de la Liga del Sur en la temporada 2004, para ocupar el arco luego de la sorpresiva desvinculación de Víctor Sieracki.
“Fue un desafío lindo, que quería vivir y lo disfruté mucho” subrayó.
Gabriel, junto con varios, tuvo que dejar de lado la euforia del ascenso para defender y defenderse de las agresiones: “La parte de la violencia es la que menos recuerdo. Fue feo. Eran cosas habituales en aquellas épocas, que lamentablemente aún se siguen produciendo”, analizó.
“No teníamos muchas chances de salir por la puerta que habíamos entrado a la cancha y debimos salir por un agujero que había del otro lado, en el alambrado. El colectivo nos estaba esperando en plena calle. Fuimos al hotel; muchos abrazos, muy contentos, mucho reconocimiento de la gente que había viajado hasta allá” narró.
Gabriel se sumó a la pintura de Pablo Ponce y coincidió en que “el retorno y el recibimiento en Olavarría fueron de las cosas más lindas que me han pasado en la vida”.
“En esos torneos había jugadores distintos, con otra la técnica individual. No sé si superior a la de hoy, pero tengo recuerdos de ver jugadores, de enfrentarlos y decir ‘che, mirá lo que hizo este tipo’ y averiguar quién es. Nosotros también los teníamos, como el Pelado (Pedraza), el Tati Saavedra, que habían pisado los grandes estadios del fútbol argentino” destacó Senzacqua.
Con Adrián Rodas recordaron que Mario Martínez asistía a los entrenamientos con sus hijos. El que mejor pintaba tenía unos seis o siete años y se llamaba Lautaro.
“Claro que me acuerdo, de haberlo visto con nosotros en el vestuario. Aunque su papá se fue a las dos semanas de que vine, yo tuve de compañero del ‘Pelusa’ en Rosario Puerto Belgrano. Es muy lindo que hoy, siendo una gran figura del fútbol mundial, en algunas notas haya hablado de cuando estuvo acá con nosotros” agradeció Gabriel.
“Lautaro venía siempre con el padre y pateaba y pateaba con Pelusa” sumó Rodas.
El “Gordo” ha retenido más cosas del post que de los 90’, aunque en su memoria tiene presente “pasajes del partido, un gol que me erré en el primer tiempo, cuando se cayó el alambrado y todo el quilombo, que nos fuimos sin poder pasar por el vestuario. Después del viaje del regreso me acuerdo de todo, que la pasamos muy lindo”.
“Tenaglia armó un equipo muy sólido, con gente grande como Agüero, Pedraza, el Tati Saavedra, Ponce, que nos apoyaban a los más chicos y el ‘Gordo’ Altamirano que fue nuestro as de espadas todo el torneo. La pasábamos muy bien entrenando y muy bien afuera de la cancha” completó Adrián.
Por la suspensión de Víctor Sieracki en la ida de la serie con Bancruz se tuvo que hacer cargo del arco en Río Gallegos Fran Ocaña, un pibito por entonces que no llegaba a los 20 años y sólo había participado algunos minutos contra Alvarado en Mar del Plata.
“Había que jugar, había que bancarse la parada y creo que salió bien, acompañado y rodeado de esas bestias. Muchas veces me preguntaba cómo se habían fijado en mí para estar en ese equipo” citó.
Puso de relieve el trabajo realizado por la “Chela” Leguizamón como entrenador de arqueros: “Fue un adelantado a la época, un innovador y sobre todo lo bien que nos tenía de la cabeza. Lo perfeccionista y lo buen tipo que era y sigue siendo” expresó.
“Hoy, con el tiempo, agradezco lo que fue disfrutar todo eso. De cada concentración, de cada viaje, de cada entrenamiento, de lo que aprendí de Víctor (Sieracki), de Gaby (Senzacqua) de Pato (Salías), que es un amigo de la vida” mencionó.
“Pensamos que era normal. Primero ascendió Racing, a los pocos años Ferro, después volvió a ascender Racing y ahora nos damos cuenta de que no es normal, de que es súper difícil y lo que se consiguió se valora cada día más” insistió Fran.
Posiblemente el “Oveja” Casale haya jugado los dos mejores partidos de su vida en ocasiones en las que a otros les tiemblan las piernas: la ida y la vuelta con Juventud de Pergamino.
“Me tocó estar en las dos finales porque el ‘Cabezón’ (Orellana) estaba suspendido y por suerte las cosas me salieron bien. Allá hice un partidazo” aceptó Ramón.
“Siempre recordamos al grupo más que nada, a los jugadores que había. Tenaglia armó un plantel de gente grande, terrible lo que jugaban. Ese equipo hoy seguramente estaría peleando en algunas categorías más arriba” aseguró.
Ramón admitió que lo sucedido después de aquella final “fue feo en ese momento, porque algunos jugadores quedamos encerrados en el vestuario cuando se quiso meter la barra de Juventud. Por suerte terminó bien y ahora nos estamos acordando como una anécdota más”.
Al pedido de un recuerdo especial, manifestó “lo explotadas que estaban las tribunas en todos los partidos que jugamos en Olavarría, la gente que fue al partido en Pergamino y en especial el recibimiento, cuando entrábamos por la Pringles. Lamentablemente no hay muchas imágenes de eso”.
Carlitos Tavare constituyó durante todo el torneo la rueda de auxilio de Saavedra. “Tenía dos tremendos monstruos adelante, como el ‘Tati’ y el ‘Gordo’ Altamirano y eso me ayudó y me sirvió para aprender” valoró.
“Lo primero que se viene a la mente es ese último partido en Pergamino, cómo se dio todo, la gente de Olavarría en la cancha, la familia, el carácter que mostró el equipo con los monstruos que jugaron ese partido y la calidad de personas humanas que había” afirmó.
“Fue cumplir un sueño. Lo veníamos buscando y habíamos estado cerca en los dos torneos anteriores. Se venía gestando, la ilusión de la gente que manejaba Racing lo tenía en mente y en Pergamino lo pudimos coronar con grandes jugadores” sintetizó Carlitos.