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Deportes “Mi hijo es tres del mundo, pero como persona es el uno”

15-06-2025

“Mi hijo es tres del mundo, pero como persona es el uno”

Fernando Chingotto, papá de Fede, habló del gran presente de su hijo, pero destacó su forma de ser fuera de la cancha. “Él ha hecho mucho por nosotros” indicó.

Fernando Chingotto, padre de Fede se toma unos minutos para hablar desde el corazón y comparte con emoción el presente brillante de su hijo, actualmente número tres del mundo de padel.


Para Fernando, Fede ya ganó. Todo lo que ha logrado es un sueño cumplido. Desde chico mostró un compromiso único, que lo llevó a conquistar dos Mundiales y ahora posicionarse entre los mejores del planeta. Sin embargo, para su padre, el verdadero triunfo no está en los rankings, sino en la persona en la que se ha convertido.


Las emociones se intensifican cuando puede acompañarlo en los torneos. Aunque admite que llorar frente al televisor es habitual, vivirlo en persona es distinto. El campeonato en Miami lo rememoró a Mar del Plata, donde también celebraron un título. Sentir a la familia unida en ese momento fue una experiencia inolvidable. “Nosotros somos tres, entonces si falta uno, la mesa está vacía”, reflexiona Fernando.


Federico, hijo único, dejó su casa a los 18 años para radicarse en España. Una decisión difícil, especialmente para su madre, con quien siempre fue muy apegado. “Se hizo solo”, dice Fernando, con evidente orgullo. Aunque ellos le dieron un rumbo inicial, su hijo supo encontrar personas valiosas que lo guiaron y lo siguen acompañando hasta hoy.


El camino no fue sencillo. En 2015, cuando se unió a Juan Tello, ya vislumbraba su futuro en el pádel. Comenzó a estudiar para ser profesor de matemáticas y, cómo entrenaba a 100 kilómetros de casa, su madre se inscribió con él en la carrera para ayudarlo. Tomaba apuntes y lo apoyaba en todo, hasta que finalmente el deporte terminó por ganar la pulseada.


En 2016 viajó por primera vez a España. Las despedidas en Ezeiza fueron desgarradoras. El silencio del viaje de regreso a casa aún resuena en la memoria de los padres.


“Cuando yo sea el mejor, tengo que serlo en el mejor circuito del mundo”, les dijo Federico alguna vez. Esa determinación lo ha llevado lejos, pero no ha cambiado su esencia.


Fernando no esconde su admiración: “Cada vez que lo veo y cuando charlamos íntimamente, le digo que me superó como persona en todo sentido”. Y es que Federico no solo ha alcanzado metas deportivas impensadas para su padre, sino que también ha construido su camino con una madurez, generosidad y humildad que lo conmueven.


Recuerda también los años difíciles, como aquel en que no lograban pasar de cuartos de final en Argentina. Viajaban 1.500 kilómetros solo para volver sin resultados. Hoy, ese esfuerzo da frutos.


En un homenaje en la ciudad, le preguntaron a Federico qué le debía a sus padres. “No es que les deba algo, les debo todo”, respondió. Pero Fernando matiza: “No sé si es tan así. Él ha hecho mucho por nosotros y por eso lo admiro tanto”.


La historia de Federico Chingotto no solo es la de un deportista de élite, sino también la de una familia que apostó por el esfuerzo, la entrega y los valores. Y la de un padre que, con el corazón en la mano, reconoce que su hijo no solo triunfa en la cancha, sino también en la vida.

 


 

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