19-10-2025
Alejandro Espinoza, Arturo Gebhard y Jony Pili revelaron cómo el tránsito en esta comunidad los ayudó a recuperarse de problemas de adicción y depresión.
Alejandro Espinoza, Arturo Gebhard y Joni Pili forman parte de la comunidad terapéutica “Fazenda La Esperanza” ubicada en Carhué. Es una de las 171 comunidades que están distribuidas a lo largo de 40 países en todo el mundo. Están en Olavarría para acercar un mensaje de esperanza para todos aquellos que atraviesan situaciones de adicciones o cuadros depresivos.
“Somos una comunidad terapéutica que nace de un carisma, que se llama Carisma de la Esperanza, que es la unidad entre el movimiento focolar y el franciscanismo. Acá en Argentina está hace alrededor de 13 años. Hay 15 fazendas, de las cuales son 11 masculinas y 5 femeninas”, indicó Espinoza en diálogo con el programa Contacto, de lunes a viernes de 9 a 13 horas, en el canal 543 de Flow, canales 7 y 80.1, y también en el canal de Youtube de Verte.
Y siguió: “Es un proceso de recuperación de un año, basado en tres pilares, que son el trabajo, la espiritualidad y la convivencia. Y se va pasando por distintas etapas. La primera es la del triage, donde la persona atraviesa la abstinencia, el tema de extrañar, la culpa y demás. Y esos son básicamente los primeros tres meses donde la persona queda incomunicada del afuera, se hace un período de desapego y de adaptación”.
Explicó que “después vamos asumiendo compromisos, ya que nuestra comunidad es autosustentable y trabajamos para mantenernos. Hacemos panificados y tenemos mucha producción de animales”.
“Dentro del proceso los chicos se van descubriendo. Uno llega pensando que el consumo es lo más importante y con el tiempo uno se va dando cuenta que lo que viene a descubrir es la raíz del consumo y de tener un encuentro personal con Dios para poder llenar ese vacío que por muchos años trajo”, reconoció.
Contó que tiene 33 años e hizo su proceso de recuperación en la fazenda de Carhué y luego se quedó acompañar. “Hoy llevo un año de voluntario y en total un poquito más de dos años en la comunidad”.
“La comunidad es un lugar donde se trabaja el dolor, ya que a todos lo que nos une es el dolor. Por lo general, un primer vínculo familiar bastante perturbado, con casos de abuso, con abandono de parte de padres, con familias destruidas… Y uno va repitiendo patrones, y la adicción empieza como algo recreativo, que puede ser marihuana, luego pasa el alcohol, la cocaína, el crack. Pero la fazenda no solo recibe a personas con problemas de adicciones sino también con depresión o con problemáticas de ludopatía. La fazenda funciona para el que sufre”, detalló.
“Y te hace sentir feliz, porque realmente, imagínate, yo antes de llegar a la comunidad, hace un poquito más de dos años estaba en la calle prácticamente, sin motricidad fina, y hoy acompaño a nuestra comunidad terapéutica con todo lo que conlleva”, sintetizó.
Alejandro recordó que “un día en el patio de mi casa tuve un momento de lucidez y me vi tomando alcohol etílico de la botella y jalándome con nafta. Me desperté y me di cuenta de que me iba a morir. Y ahí pedí ayuda”.
Agregó: “Llegué a la comunidad totalmente destruido, sin esperanza alguna, y empecé a recuperarme. soy papá de 4 hijos, a los tres más grandes no los veo desde hace 6 años a causa de mis malas elecciones, y con el tiempo he ido recuperando todo. Lo que se hace en la Fazenda es transitar un camino de fe que te hace redescubrirte como persona”.
También dio su testimonio Arturo Gebhard, de 32 años. Hace 5 meses y medio que está en la Fazenda, llegó luego de 13 años de consumo de marihuana y de cocaína.
“Yo no conocía a Jesús, y recién cuando lo conocí pude empezar a sanar y perdonar a mis padres. Me encuentro en un momento de la vida muy feliz, estaba destruido”, y agregó: “Durante mi último año de consumo fumé cocaína”.
“Ahora estoy haciendo cosas que nunca imaginé, estoy en el coro de la comunidad. Mi papá es músico y si bien quise siempre tocar la guitarra, ahora me estoy encontrando con eso”, señaló.
En el caso de Joni, otro de los que pasó por Olavarría para dar su testimonio, contó que hace 9 meses que está en la comunidad de La Fazenda.
“Me di cuenta que la droga en mi vida fue una consecuencia de mis dolores y mis malas elecciones. Y a veces en el dolor, Dios nos busca. Volví a escribir canciones y siempre en mi corazón estuvo la idea de hacer una alabanza”, reconoció.
Para aquellas familias que necesiten contactar con la Comunidad, el camino se inicia con los grupos de Esperanza Viva que acompaña Fray Jorge Peixoto en el Templo San Francisco de Asís en Olavarría.
Explicaron que se atraviesa un proceso de acompañamiento en el que se reúnen a practicar la escucha activa y luego se inicia el proceso para ingresar a la comunidad.
En ese caso, se realizan una serie de estudios médicos para evitar que se deban ir antes de los tres meses.
De cualquier forma, explicaron que el requisito fundamental para entrar es “querer sanar”, ya que nadie los retendrá allí, porque es un predio abierto y se rige por personas que terminan su proceso e inician una etapa de acompañamiento y después se ponen a disposición de la Obra.