Noticias

Espectáculos Treinta segundos entre el rojo y el verde

21-12-2025

Treinta segundos entre el rojo y el verde

Leo es uno de los tantos malabaristas que se ganan la vida en los semáforos de Olavarría. Su historia, su arte, sus viajes y el trato de la gente cada vez que los autos se detienen.

 

Leo es uno de los olavarrienses que cada día se toma prestados 30 segundos de la atención de los automovilistas para desplegar en los semáforos todo el arte que aflora de esa mágica coordinación neuromuscular para ganarse la vida.

 

Malabaristas que les llaman, un oficio varias veces milenario que tomó el nombre de Malabar, una zona del sudeste de la India donde proliferaba gente con destrezas excepcionales en el manejo de los objetos.

 

Leo tiene 34 años, siempre vivió en Villa Mailín, pero su lugar es donde su arte lo convoca. Hoy puede estar en el semáforo de La Rioja y Del Valle, mañana en Pringles y Rufino Fal, el mes que viene en Uruguay, como ya estuvo en todos los países de Latinoamérica y dentro de un tiempo vaya a saber dónde.

 

“Fueron muchos años de aprendizaje. Empezó con mi vida viajando, que después me llevó a buscar herramientas para seguir viajando. Esta es una de las herramientas, porque también hago artesanías y es lo que me viene dando de comer en el día a día” contó.

 

 

Quieto, Leo está sólo cuando los semáforos se ponen en verde. “He viajado mucho; viajes largos, viajes cortos, pero siempre vuelvo a Olavarría, de donde soy, por la familia, los amigos y un montón de cosas más. Incluso gente que me va pasando información de malabares, artesanías que es muy útil para seguir en crecimiento” reconoció.

 

De la Patagonia argentina y la chilena para arriba estuvo en todos lados. “En casi todos los países he realizado malabares y artesanías, aunque en la mayoría hice malabares” dijo.

 

El trato varía según se van atravesando los límites impuestos por las élites gobernantes. “En la Argentina generalmente la gente es muy sociable; en otros países no pasa lo mismo, por más que sea el mismo continente y -salvo en Brasil- hablemos el mismo idioma” planteó.

 

“En algunos países uno se sorprende porque la gente es igual que acá. Como Colombia, por ejemplo y estamos hablando de muchos kilómetros al norte; en Chile estuve bastante tiempo y me han tratado re bien como persona que trabaja en la calle; no me puedo quejar. En Brasil al principio el idioma fue una barrera, pero se va agarrando de a poco” precisó.

 

Leo lleva su arte en bicicleta y pedalear no es lo mismo en todos lados: “Uruguay es un país hermoso, somos casi iguales y como es muy plano se lo puede recorrer sin problemas. Mi último viaje fue en la Patagonia argentina y chilena y ahí es muy difícil pedalear”.

 

Su nombre artístico es “Linyera”, su Instagram es @linyera.arte, en su DNI figura Leonel Negrete. En Villa Mailín al regreso de cada viaje lo esperan papá, mamá y cuatro hermanos menores.

 

“Al principio les costó aceptar, pero después se dieron cuenta de que yo vivía bien, me veían bien y eso es súper importante. En este último viaje que hice con mi compañera Florencia y una perra yo no estuve por tres años. Mi familia a veces no me ve por mucho tiempo, a veces si pueden van, pero ellos están felices porque saben que estoy bien” valoró.

 

Leo lleva más de una década con su arte en las calles y esta vocación se terminó de afirmar en Bolivia. “De chiquito me gustaba el circo, pero no se me daba. A veces a uno la vida lo va llevando por otros lados y uno después con los años vuelve a encontrar el camino” expresó.

 

Mientras contaba su historia los autos transitaban por la avenida Pringles; el semáforo pasaba de rojo a verde y de verde a rojo; junto al cordón de la vereda descansaban las clavas, el banquito, los aros y la pelota, al lado de un baffle del que no paraba de salir una música pegadiza.

 

“Aprendí a hacer malabares por razones de fuerza mayor. Estaba en Bolivia, no tenía un peso. Debía buscar una forma de solventar mis viajes cuando un amigo me dijo ‘che, ¿por qué no empezás a hacer malabares?’ y arranqué con tres pelotitas armadas. Después, de a poco, uno se va perfeccionando, va aprendiendo más trucos, más formas” reveló.

 

Nada se logra por generación espontánea, el malabarismo tampoco: “Todo lleva sus años de práctica. Lo que yo hago me llevó muchos años y para mí es un logro ahora poder demostrarlo”.

 

“Es difícil, uno a veces dice ‘mirá lo que hace este loco’ -soltó una carcajada- y son años y años de práctica. Uno va a aprendiendo de a una cosa a la vez y después juntarlas es todo un tema también”.

 

Leo diferenció el entrenamiento de unos malabares que exigen trabajar los reflejos de otros que tienen una mayor demanda física. “Es súper importante el entrenamiento, por eso después cuando el cuerpo se siente bien te lleva a realizar las piruetas mejor, con más confianza, a no lesionarse tanto” explicó.

 

El arte, la solidaridad, la indiferencia, la discriminación se pueden unir en una misma esquina, cada día, de todos los días del año.

 

“La gente es generosa y a veces me sorprende. A mí me gusta verles la cara. Pueden tener reacciones muy buenas o muy malas. Está todo bien, es en la calle, el que quiere aporta, el que quiere aplaude, el que quiere felicita y el que no está todo bien. Es una intervención, son 30 ó 35 segundos, uno muestra algo y la gente reacciona como le parece. Lo importante es que uno se sienta bien con su arte o con lo que está expresando” reflexionó.

 

Leo volvió a finales de abril de su viaje en bicicleta y cada día en una esquina provoca reencuentros con mucha gente: “En otro semáforo pasó un amigo de la secundaria que hacía años que no veía, el loco sacó la cabeza por la ventanilla y gritó ¡¡¡¡Leeeeooooo!!!! y yo trataba de equilibrar todo arriba del banquito y no reírme para que no se me caiga nada y se me terminó cayendo porque me generó una emoción muy linda”.

 

También están las otras. “En la calle uno es vulnerable a todas. Yo me quedo con las buenas, porque es lo que a uno lo sostiene como ser humano. Malas me pasan; en ese mismo semáforo al otro día un tipo con una camioneta me pisó una clava y se fue. Ni paró y para mí es una herramienta súper importante, estamos hablando de que hoy valen arriba de 35 mil pesos y es difícil juntar esa plata” acotó.

 

“Hay gente que reacciona mal porque uno está en la senda peatonal, pero también hay gente que reacciona lindo, que te da un abrazo, que te dice ‘ehhh, muy bueno lo que hiciste’ y aplaude. Eso es gratificante, porque uno también ve sus propios logros y el esfuerzo de tantos años” rescató.

 

Leo no se plantea objetivos de la mano de su arte. Vive el día a día y de vez en cuando se da tiempo para girar la cabeza: “Yo miro para atrás, me veo a mí mismo y es importante haber llegado hasta acá, aunque sé que puedo seguir creciendo y mi cuerpo se sigue sintiendo joven. Sé que con mis herramientas puedo estar en cualquier lado y seguir sobreviviendo. Ese es mi mayor logro”.
 

Dejanos tu comentario

Más Noticias

Nuestras redes sociales

Programas
Verte +