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28-12-2025

De dormir en un auto y pedir comida a estrella del pádel mundial

El sitio web Todo Noticias (TN) publicó este domingo una nota del olavarriense Federico Chingotto que llegó y conmovió a miles de argentinos.

 

La historia es de película. Federico Chingotto sopló las velitas en su primer cumpleaños con un ratón de cartón que decoraba su torta. Nadie podía imaginarlo entonces. Pero dos décadas después, ese mismo chico sería conocido en las canchas de España como el “Súper Ratón”. El apodo se lo ganó por correr todas las pelotas, por no rendirse nunca, por llegar a donde nadie más llegaba.

 

Pero en realidad, se lo había ganado mucho antes fuera de la cancha: acurrucado en el asiento de atrás de un Falcon, durmiendo mientras su mamá Sandra reclinaba el asiento de adelante. Sin plata para hoteles ni pensiones. Viajando de torneo en torneo con la comida que les regalaba un amigo carnicero.

 

Esa es la historia del actual número dos del mundo de Premier Padel, el circuito más codiciado de todos. En medio de sus vacaciones por la Argentina, Chingotto fue al shopping a buscar ropa para entrenar durante el verano y aprovechó para firmar autógrafos y recibir a TN junto a sus padres en uno de los locales de su marca.

 

“Tenía que viajar en coche, dormir en el auto para poder competir, porque si no al otro torneo no podía ir”, contó el drive bonaerense.

 

Hoy lo relatan con una sonrisa, pero la historia tuvo momentos dramáticos. La mamá de Chingotto, Sandra, lo recordó así: “Gracias a Dios Fede era chiquito y podía dormir cómodo en el asiento de atrás del auto. No nos daba para pagar alojamientos. Mi marido se quedaba en Olavarría trabajando y yo lo llevaba a él a la provincia que fuera con un sobrino que manejaba. Nosotros dos reclinábamos los asientos de adelante y él se metía atrás”.

 

 

El detalle más duro lo aportó Fede: “Antes de viajar a un torneo pasábamos por la carnicería de un amigo que nos daba la comida para el viaje”. Rifas, ayuda de vecinos, conocidos. Así se financiaban los torneos de un pibe que nunca se daba por vencido y, pese a tener muchas en contra, hoy es una de las grandes estrellas de su deporte.

 

Todas las rondas previas las pasaban así: Federico tratando de descansar en un Falcon estacionado cerca del club donde competía contra otros cientos de jugadores juveniles que luchaban por el mismo sueño. Sabiendo que estaría en desventaja al día siguiente, pero era eso o nada.

 

Empezó a los cinco, soñó en grande desde siempre


El camino no fue lineal. Hubo momentos de tambaleo. “Un día sentí que no iba a llegar a lo que aspiraba. Una traba era la económica. Otra era algo que siempre me criticaban: mi altura, por el sistema de juego que tenía”, dijo Chingotto, que mide 1,70 metro en un universo donde la mayoría de los jugadores superan 1,85 metro. “Y a veces te hace dudar”.

 

Pero tuvo un equipo que confió y un entrenador clave: Matías Ortiz. “Él me enseñó a disfrutar el proceso de este camino que es superlargo y a valorar cada pequeña batalla que se gana o se pierde. Eso me ayudó a afrontar ese momento que te hace dudar en tu carrera”.

 

La oportunidad de oro: ir a medirse a España


Con el correr de los años, Chingotto logró destacarse en el circuito argentino (AJPP) pese a todas sus desventajas. Aparecieron los sponsors y a los 18 años tuvo que tomar una decisión dura para cualquier joven: “Para seguir creciendo me tenía que ir a España. Yo estaba contento, con la ilusión de enfrentarme a las mayores bestias del pádel y ver dónde estaba. Pero sabía que estaba robando un pedazo de corazón de mi madre y de mi papá”, relató. “Ellos, con una lágrima y una sonrisa, me dieron ese empujoncito para irme”.

 

Ese momento fue un punto de inflexión. “Venir con una sola posibilidad a España en ese momento, para ver si podés vivir de lo tuyo o no, ahí sí había presión. Esa gente que por ahí ya es por un plato de comida, tiene algo especial: ese fuego interno para poder luchar por tu sueño hasta el final y dejar todo para lograrlo”.

 

Cuando llegó a Europa, el sueldo no era “una locura”, como él mismo lo define. Pero lo primero que hizo fue alquilar un departamento digno, dejar atrás las habitaciones prestadas. Y cuando pudo ahorrar, no dudó ni un segundo: “Enseguida fue para mi familia. Compraron un terreno para tenerlos bien a ellos”.

 

Acapulco y Barcelona: a un tiebreak del número uno


A poco de llegar al circuito profesional más importante del mundo (Word Padel Tour, ahora Premier Padel), los relatores españoles empezaron a llamarlo “Super Ratón”. Asombraba su capacidad defensiva. Los mejores atacantes del mundo se frustraban al ver a Chingotto devolviendo todo.

 

Junto a Juan Tello consolidó una dupla que siempre luchó entre las parejas de arriba y obtuvo cuatro títulos. Sin embargo, la gran sorpresa llegó en febrero de 2024, cuando Alejandro Galán, exnúmero uno del mundo, rompió con Juan Lebrón y lo llamó a Chingotto.

 

Al principio, la decisión de Galán fue muy cuestionada. Venía de ser campeón de todo durante dos años junto a un drive alto y pegador. Mientras empezaba a reinar la pareja Tapia-Coello, dos jugadores de metro noventa, Chingotto recibió el llamado de Galán.

 

En 2024, Galán y Chingotto llegaron a 15 finales y ganaron cuatro títulos, consolidándose así como la pareja número dos del ranking. Se convirtieron en los rivales perfectos de la pareja número uno.

 

Tal es así que en 2025 estuvieron a un partido y un tiebreak de arrebatarles el trono.

 

Lejos de frustrarse, la experiencia lo renovó: “Faltó muy poquito. Y eso me renovó todavía más la energía de seguir mejorando”. Su meta es clara: “Creo que voy a ser número uno porque tengo un equipo muy bueno detrás. Mi compañero Ale Galán, para mí, es a día de hoy el mejor jugador del mundo en todos los aspectos. Creo que es posible arrebatarle ese número uno a Coello-Tapia”.

 

“Mi función es hacerlo brillar al máximo”


Galán lo elogió públicamente diciendo que Chingotto “le cocina los puntos”. Pero Federico lo ve de otra manera: “Mi función es hacerlo brillar al máximo. Cuanto más brille él, más sale a relucir también mi juego. Teniendo el objetivo tan claro de lo que tiene que ser mi trabajo, siento que también es fácil para mí”.

 

Ese espíritu de equipo, de sacrificio compartido, de no buscar el protagonismo sino el objetivo común, es parte de lo que lo define. “Trato de armar todo para que le llegue de la mejor manera y si no, a veces él me soluciona igual y hace parecer que lo hice yo. Trato de ayudarlo al cien por ciento y exprimir todo su potencial para que él brille y a su vez mi juego salga a relucir”.

 

El mensaje para los que luchan


Cuando le preguntamos qué le pediría a Papá Noel, Federico no dudó: “Ya tengo el mayor regalo. Poder estar con mi familia, pasar las fiestas con ellos. No los veo durante todo el año, así que mi regalo es estar acá”.

 

Y a todos los chicos que están intentando llegar, que tienen trabas, dificultades económicas o críticas que los limitan, les dijo: “Luchen por su sueño, que todo es posible. La mayor limitación la tiene uno mismo. Y el premio mayor es demostrarse a uno mismo que puede. No a nadie, ni a ningún club, sino a uno mismo. Toquen esas puertas las veces que hagan falta”.

 

Federico Chingotto, el pibe que dormía en el asiento de atrás de un Falcon mientras su mamá Sandra reclinaba el suyo adelante, hoy brilla en los estadios más importantes del mundo. Como ese ratón de peluche de su primer cumpleaños: chiquito, pero imparable.

 

Fuente: Todo Noticias (TN) 

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